Fabián Corral se preguntaba en su columna editorial del lunes 13 de febrero en este Diario, sobre el papel de los intelectuales y las élites dentro de la sociedad. Allí afirmaba que las élites en algún punto incierto del pasado se extraviaron y dejaron de cumplir con su papel. Y lo decía literalmente así: “Las élites, cuando existían, eran dirigencias ejemplares, comprometidas, más inclinadas a las responsabilidades que a los derechos. No fueron ni partidos ni movimientos, no fueron grupos de presión articulados para lograr ventajas y ganar dinero. Las élites fueron la contrapartida de las multitudes, fueron su dirección, su ruta… pero abdicaron de su tarea”.
En este espacio, estimados lectores, pretendo problematizar un tanto lo escrito por Corral e imprimir una visión aún más crítica de la que él reclama a las élites. Para resumirlo, creo que es imprescindible el debate sobre la función de las élites planteado por él, pero no solo bajo el prisma de su papel presente, sino sobre todo para entender su influencia en el desenlace histórico de desinstitucionalización que nos trajo a este punto. Comprender si la decadencia sobrevino a las élites, es crucial.
Creo que el proceso político actual, así como todos los fallidos intentos del pasado, que no tenían ni un pequeño atisbo de perfección, se desprenden de una omisión olímpica y verdaderamente incómoda de nuestras élites a lo largo de nuestra tumultuaria y paradójicamente pasiva historia.
Para ser más precisos, (y por demás está decir que hubo honrosas excepciones y que uso una generalización para cumplir con el propósito de la argumentación) tengo la impresión de que nuestras élites siempre fueron mercantilistas que iban tras relaciones clientelares con un estado otorgador de privilegios y nunca estuvieron del todo comprometidas con valores democráticos verdaderos, de inclusión plena y de defensa de la libertad. La preconizaban, pero puertas adentro arreglaban su acomodo.
Tampoco asumieron un cambio serio del sistema educativo, y ellas mismas, no se convirtieron en estudiosas prolijas que generarían instituciones de excelencia académica como centros de pensamiento serio e investigación. Mientras ciertos vecinos evolucionaban a mil, aquí seguíamos detenidos en el tiempo.
Como mencionaba en algún análisis anterior, nuestras élites ansiaban -unas secretas y otras a viva voz- que a este país le cayera un caudillo ordenador, que defendiera cierto statu quo. Que Correa les haya movido el piso, es un entuerto no previsto.
Esa es la génesis probable del fracaso actual, en que las que el caudillo de turno pasa a segundo plano. La mediocridad persistente y el acomodo de los pocos privilegiados, no es otra cosa, que la triste repetición del pasado. No hay nada nuevo bajo el sol.