Nada podía haber salido más a pedir de boca para los propósitos políticos del Gobierno que la amenaza que lanzó el miércoles la diplomacia británica al fijar su posición sobre la prolongada presencia del ciberpirata Julián Assange en la Embajada de Ecuador en Londres. La declaración no solo sirvió para apresurar la concesión de asilo por parte del presidente Correa, sino para que el frente externo pusiera todas las cartas sobre la mesa y se dispusiera a recoger los frutos de esta movida.
Hay varias razones para pensar que fue una estrategia trabajada con anticipación y dirigida a aprovechar lo mejor de Assange: su supuesta aura de defensor de la libertad de expresión. El fundador de Wikileaks necesita evadir a la justicia, y el Gobierno precisa de un antídoto para la mala fama que se ha labrado en esa materia. De paso, si la situación se tensaba, como ha sucedido, podía aprovechar la victimización, que siempre es un buen combustible para los corazones ardientes.
El argumento de la Cancillería para sustentar el asilo está bien hilvanado y hasta lleva a pensar que es cierto el rumor de que detrás están esos asesores internacionales que se ocupan de dar forma al soberano y novedoso modelo político interno y externo, lo cual no deja de ser una buena noticia, pues indicaría que no todos los españoles enfrentan al fantasma del desempleo en estos días.
Si se quiere hacer una evaluación apresurada puede decirse que, al margen de que el problema tardará en resolverse, el Ecuador ya consiguió su objetivo, el resto serán pirotecnias propias de la diplomacia. Pero si se va más despacio, se notan varias debilidades. En primer lugar, se abren nuevos frentes externos, especialmente con los suecos al juzgar a la ligera su sistema de justicia. La Cancillería tampoco ha logrado vender su argumento central de que la vida de Assange corre riesgo inminente.
Por lo demás, al llamar la atención mundial con este esfuerzo sobrehumano a favor de Assange, el Gobierno revive el debate sobre su intolerancia hacia la prensa independiente. Hay muchas evidencias de sus iniciativas para una lucha planetaria contra lo que considera su principal enemigo. Pero no solo eso: se trata de un gobierno hermético al escrutinio. Si Assange llega a venir al país, ciertamente no será para dedicarse a vulnerar la unidireccional información pública.
Y eso para no hablar de las contradicciones en materia de asilo, si se recuerda lo que sucedió con el Director de El Universo a propósito del descomunal y sesgado juicio contra ese diario, sus directivos y su ex Editor de Opinión. Precisamente ese fue uno de los casos que hizo que la comunidad internacional se llevara una impresión que tardará en desvanecerse.
Antes de reciprocar las gracias al amigo Julián, hay que evaluar el costo diplomático de lo que a primera vista parece un promisorio operativo político, que quizás no dé el resultado buscado.