El mes de abril de 2013, fue para los uruguayos tiempos de reflexión y aprendizaje, donde estuvo sobre el tapete el recuerdo de las Instrucciones del año XIII, un viejo documento que cumple 200 años y que contiene el ideario de José Gervasio Artigas. Las Instrucciones del Año XIII es el documento que recoge el mandato del pueblo oriental, aprobado en el Congreso de Abril, que constituye un verdadero programa constitucional que los diputados orientales llevaron a la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Un programa concreto y pleno expresado en tres dimensiones, independencia, República y federalismo.
Se expresa el concepto más contundente de la Independencia, cuando en la región aún se agitaban aspiraciones monárquicas. Una idea de República comprensiva que no solo consagra las libertades y sus garantías en un sistema de división de poderes independientes, sino que es una manera de concebir la política, donde el ciudadano no delega, vive y participa en la vida política. Los líderes, los jefes de las milicias, como era Artigas, se someten a los pronunciamientos de los ciudadanos reunidos en asambleas populares. Una concepción de la libertad en tensión permanente para el logro del bien común. El ideal de confederación, más adelante de federación, se basaba en los derechos de las provincias a su autonomía y en la idea de un sistema político de gobierno que adquiere legitimidad en un pacto en condiciones de igualdad. Un ideario artiguista del que los uruguayos nos hemos apropiado para reivindicarlo como un punto de partida de la nacionalidad. No es solamente renovar un compromiso con el hecho histórico, sino que lo que renovamos es el compromiso con los valores que ese hecho convoca.
El presidente de la Republica José Mujica expresaba hace pocos días “…una nación no es solo su historia pero no se puede comprender el ser una nación si no se tienen ideas y nociones claras sobre lo que ha sido la trayectoria de su pueblo, su paso histórico y sus contradicciones. Por eso la vida es siempre porvenir, pero el porvenir obliga a buscar nuestras propias raíces, nuestro sentido, nuestra herencia, eso que nos ha identificado en los logros y también en el dolor…”.
Hurgando en este pasado encontramos que los uruguayos hemos sido fieles a este legado. El Uruguay es hoy una comunidad espiritual, sustentada en la cohesión a valores, Uruguay es la libertad, es un país hijo de la educación sustentada en los principios varelianos de laicidad, gratuidad y universalidad, son también sus ideales democráticos y es aun su vocación de integración a otras naciones latinoamericanas. Es una unidad política que tiene una identidad nacional autónoma y reconocible.