El Ecuador no logra salir de la dependencia nefasta de los combustibles provenientes del petróleo. Seguimos con la tonta idea de que no existe alternativa alguna que reemplace al oro negro.
Traemos y ensamblamos carros con motores a explosión, cuando la tendencia mundial futura es cambiarlos por vehículos eléctricos. Si haríamos esto, no tendríamos que gastar miles de millones en importación de gasolina, evitaríamos el ruido ensordecedor, la contaminación del aire y el calentamiento global.
La semana pasada en el Salón del Automóvil de Detroit, se presentaron los últimos avances técnicos donde las estrellas fueron los carros eléctricos: desde el revolucionario EN-V de la General Motors, el Tesla de lujo, el Fiat 500 e, el Leaf de Nissan y el Volt de la Chevrolet. Los precios de los carros eléctricos son muy similares a los de los tradicionales, por lo que pronto se reemplazará la vieja tecnología por esta nueva.
Pero existen dos problemas que tienen que superarse para que el carro eléctrico tenga una aceptación masiva: que las baterías guarden más energía y que haya un sistema de abastecimiento de electricidad que compita con el de los combustibles.
Las buenas noticias son que las baterías han mejorado sustancialmente año tras año y que se ha inventado nuevos sistemas de abastecimiento de energía eléctrica como el propuesto por la firma Better Place, que está construyendo en Israel, Australia y dentro de poco en Dinamarca, redes nacionales de entrega de baterías cargadas. Así, el conductor que hace un viaje corto recarga la batería en su casa o sitio de trabajo mientras el carro esté parqueado.
Si hace un viaje mayor a 160 kilómetros, distancia que corresponde a la autonomía de la batería, podrá, en noventa segundos, cambiarla por otra batería cargada previamente en la estación de servicio.
Si todos nuestros proyectos hidroeléctricos y geotérmicos entran a operar, tendremos suficiente energía eléctrica como para seguir el buen ejemplo de Israel y sustituir un millón doscientos mil carros privados que funcionan a gasolina y a diésel, por vehículos eléctricos que operen con energías renovables.
En vez de malgastar en la Refinería del Pacífico 12 mil millones de dólares y botar 4 mil millones de dólares anuales en subsidio de los combustibles, deberíamos concentrarnos en la producción eléctrica sustentable, construir un sistema de distribución de electricidad barata en hogares y empresas, armar una red de canje de baterías y comprar durante una década los carros viejos y año a año sustituirlos por carros eléctricos de última tecnología.
Esta idea que mejoraría la calidad de vida de muchos, podría volverse realidad, si tenemos la visión de hacia donde va el mundo en el futuro cercano.