Incertidumbre. Esa es la sensación de los agentes económicos en Venezuela; y no se trata de una conmoción que haya surgido de un momento a otro. El problema se originó hace una década. En el 2003, el Gobierno aplicó un sistema de control de cambio, mediante el cual buscaba evitar la salida de dólares del país e intervenir en los precios.
Al aplicar ese control, quienes necesitan dólares para importar o viajar al exterior, deben ir a una agencia estatal (Cadivi), donde pueden comprar una cantidad restringida y a un tipo de cambio controlado. Por lo tanto, surgió un mercado cambiario paralelo.
La tasa oficial del dólar está en 6,3 bolívares, pero en ese mercado puede ser 10 veces más alta. Entonces, algunos comerciantes demandaron esos dólares para importar y, para obtener ganancias, elevan los precios. Mientras que los empresarios necesitan dólares para producir, pero al estar restringidos, la producción baja y se genera escasez.
En medio de esa carestía, la gente acapara lo que puede por miedo al desabastecimiento y eso ahonda el problema, más allá de los buenos precios del crudo. La lección: el excesivo control estatal distorsionó la economía y los efectos son impredecibles.