Rafael Correa, presidente de Ecuador, ha anunciado que, en solidaridad con Cuba, no asistirá a la sexta Cumbre de las Américas dado que le resulta incomprensible que la isla, siendo parte del continente, aún siga siendo excluida de este foro. Aparentemente, los latinoamericanos tenemos que solidarizarnos con todo Estado del continente, independientemente de lo que este haga o sea. Por ejemplo, parece que no hace diferencia que uno sea una monarquía familiar, violadora sistemática de los derechos humanos y que desde hace más de 50 años es ama y señora de las completas vidas de sus ciudadanos.
Cuando los gobernantes van a estas cumbres lo hacen en representación de los pueblos que los eligieron. Invitar a una cumbre así a una dictadura en la que no ha habido elecciones libres o con más opciones que las del partido del Gobierno en medio siglo es lo mismo que invitar al secuestrador de una familia a la junta de vecinos del edificio en que esta vive. No hay forma de saber si es que los Castro representan al pueblo cubano más que lo que ese secuestrador representa a dicha familia, por la sencilla razón de que en Cuba no hay democracia, libertad de expresión, de asociación o de reunión, como para que algún ciudadano pueda expresar su oposición al Régimen. Y sí hay, en cambio, una eficientísima Policía secreta para agarrar a palos y detener a quien, como el ciudadano que gritó“¡abajo el comunismo!” durante la reciente visita papal, manifieste su rechazo al Régimen.
No es hiperbólico hablar de Cuba como un pueblo secuestrado. Nadie puede salir de la isla sin permisos especiales del Gobierno. Los balseros que lo hacen arriesgan –y muchas veces pierden– sus vidas. El partido único de los Castro, que es lo mismo que el Estado, es dueño de todos los canales de televisión y de toda la prensa política. Ayudado por los comités de defensa de la revolución –organizaciones oficiales de soplones comprados por el Régimen con presencia en cada cuadra de la isla– controla también muy de cerca las vidas diarias de los cubanos. El país es uno de los pocos del hemisferio occidental donde aún hay prisioneros de conciencia (como si no fuese suficiente haber convertido la isla entera en una gran cárcel) y en el que incluso ha habido fusilamientos de opositores políticos (y también de balseros que robaron una lancha en su desesperación por escapar de ahí). Y, como si buscase batir un récord, todos los años Cuba sobresale en el número de denuncias internacionales por violaciones de los derechos humanos.
Excluir a dictaduras de la mesa de la integración internacional es también un seguro de democracia que compran para los Estados que no la tienen muy sólida.