Cuando se presentó por primera vez como candidato presidencial, nadie supuso que al fenecer su período se encontrase enfrentado a su mentor y convertido en su crítico contumaz.
El presidente Santos fue el ganador sorpresa de unos comicios en que todas las encuestas daban como favorito a su rival. El Mandatario de ese entonces surgía como el gran elector, erigiéndose en factor determinante de la campaña que finalmente instaló en el Palacio de Nariño a quien había sido su Ministro de Defensa, con una participación protagónica en la lucha contra los grupos insurgentes. Distanciados posteriormente por diferencias en torno a cómo continuar la lucha contra los alzados en armas, la historia parecería volver a repetirse.
La figura del expresidente Uribe, que goza de una gran popularidad, ha emergido nuevamente al escenario esta vez para apoyar al candidato Óscar Zuluaga, quien disputará la Presidencia con Juan Manuel Santos en una segunda vuelta electoral, amenazando instituirse nuevamente en el factor que incline la balanza, ya sea por la adhesión o el rechazo que provoque su presencia.
Lo cierto es que Uribe, de cualquier manera, no le es indiferente al electorado colombiano.Esta contienda en su tramo final se pretende presentar con una pelea entre los que están a favor o en contra de que se mantengan los diálogos por la paz. Con un poco de objetividad se puede considerar que las negociaciones que se hallan encaminadas no será posible echarlas al tacho de la basura.
De cualquier manera en Colombia existe un grado de institucionalidad que hace suponer que los tratos continuarán para poner fin a una guerra que tiene hastiados a los colombianos, que ha conseguido que la mayoría de la población repudie los actos violentos, más aún si se tiene presente lo poco de ideológico que en los tiempos actuales conserva esa disputa, la cual está catalogada cada vez más como una defensa de un negocio ilícito que ha terminado por debilitar la imagen de los que otrora alegaban que su lucha obedecía a buscar reivindicaciones sociales y políticas.
La paz se vuelve urgente. Pero no se puede pretender que exista impunidad para los crímenes cometidos, provengan de donde sea que se hayan producido.
El acallar de fusiles no tiene que ser visto como una dádiva sino como un derecho de la sociedad colombiana que, sin excepciones, exige que toda la población se someta al imperio de la ley, sin concesiones para los que en un determinado momento decidieron transgredirla, pues esto en los hechos se constituiría un agravio aún mayor para sus víctimas.Colombia, pese al conflicto armado, ha dado pasos importantes en búsqueda del camino de desarrollo y progreso.
Amenaza con convertirse en la tercera economía de la región, desplazando a Argentina, objetivo que según algunos ya se habría conseguido después de la depreciación del peso acaecida a inicios de año en ese país.
Ojalá que cualquiera que resulte triunfador sepa encaminar a la nación vecina como lo merecen los colombianos, después del drama sufrido por más de medio siglo.