El pasado 11 de abril, el pueblo ecuatoriano, en medio de una terrible pandemia, que está agobiando al mundo entero y aún a riesgo de sus propias vidas, dio un ejemplo de civismo, patriotismo y democracia en las elecciones para presidente de la República, cuyo ganador fue el señor Guillermo Lasso Mendoza.
En el pasado reciente (2007-2017), tuvimos un gobierno populista y autoritario, ese populismo que se ha convertido en la plaga de nuestros tiempos y bandera de la falsa y mentirosa Revolución Ciudadana, al igual que esa lacra y vergüenza del socialismo del siglo XXI, estuvo en el poder por 10 años, ufanándose con la cantaleta de las “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”. Se jactaron de ser un grupo de “jóvenes expertos”, sin pasado en la tan desprestigiada política del país.
Los tristes y bochornosos episodios de época reciente no volverán nunca más. La mayoría de los ecuatorianos elegimos para presidente a un auténtico y verdadero demócrata, que respetará la institucionalidad del país y los DD.HH., siendo ésta la más cara e invaluable aspiración de un pueblo sediento de justicia, libertad y respeto.
A la nefasta, ominosa y corrupta Revolución Ciudadana, le tomó dos años para acabar con lo que quedaba del Estado de Derecho en nuestro país e implantó un modelo de gobierno autoritario, con prácticamente todos los poderes concentrados en el poder Ejecutivo.
Este imperioso y urgente ordenamiento jurídico y constitucional y por la misma vía en los órdenes económico, político, ideológico, cultural, militar y aún geopolítico, exige, por su parte, que se la reconstruya con ayuda de una variedad de instrumentos suministrados por distintas tendencias políticas e ideológicas. La verdad no es patrimonio de nadie y ese fue el pecado capital de los ególatras de la Revolución Ciudadana.