Un grillete electrónico, un teléfono inteligente con sus chats y el Twitter como herramienta de gobierno están hundiendo al Alcalde de Quito. Se podría creer que la tecnología no le sienta bien, lo cual parece un contrasentido en un personaje mediático. Pero el problema de fondo es que su destino está atado al de Quito, y que ese destino no luce ni claro ni afortunado.
Pocas veces la ciudad ha atravesado una situación como la actual: problemas estructurales sin resolver y falta de sentido de ciudad, no se diga de capitalidad. Un nivel de abandono parecido al de la última crisis del siglo veinte, cuando el regionalismo campeaba y los numerosos inquilinos de Carondelet no tenían tiempo para fijarse en la ciudad, al margen de los esfuerzos del alcalde de turno.
Con la dolarización como ancla, amainó la tempestad. Los planes volvieron a estar sobre la mesa y, aunque con visiones distintas sobre la política y la administración pública, tuvimos burgomaestres apasionados por la ciudad y su destino. Recuperación del espacio público, un nuevo aeropuerto y la construcción del Metro (la primera obra arrancó hace más de ocho años) hacían pensar en un rumbo.
La agenda empezó a tambalear con Mauricio Rodas. Empeñado en cuidar su carrera política no hizo sino arruinarla, pues no puso pasión en los aspectos centrales y confundió la gestión con la comunicación pública. Todavía así, hubo continuidad en varias obras. Hoy tenemos a un Jorge Yunda con muchas complicaciones judiciales y políticas, que desafortunadamente afectan la marcha de la ciudad.
Llegó con una votación que reflejaba la persistente crisis de representación política, y pronto se posicionó con una agenda fresca e inclusiva. Se rodeó de personalidades. Su popularidad subió como la espuma. Pero bajó en cuanto no se tradujo en ejecutorias ni en gobernabilidad. La primera alerta sonó a mediados del año pasado, en plena pandemia y, desde ahí, todo ha sido cuesta abajo.
Es probable que Yunda no haya tenido la intención de ser Alcalde, pero asumió el reto cuando ganó. Dio la impresión de un empresario con sentido común y con pegada popular. Pero los temas esenciales como el uso del espacio público, la vialidad y la movilidad, entre otros, definitivamente no caminan porque nunca se puso al frente. Su agenda es reactiva y cada vez se le acumulan más problemas.
Es difícil olvidar su actuación en octubre del 2019. Y es fácil adivinar que su apuesta del 11 de abril falló. En sus condiciones judiciales y políticas, hay que tener imaginación para pensar en la viabilidad de su gestión. Y más todavía, para ver una salida jurídica en el Concejo, que tampoco es ajeno a la crisis económica que aqueja a todos los municipios del país.
El destino del Alcalde no es claro, y por ahora afecta al de la ciudad. Ni la amistad ni la familiaridad son buenas consejeras. Quizá tengamos que recurrir a la fidelidad de Zeus.