A pocos días de las pasadas elecciones, y cerca del venidero San Valentín, la inspiración me llevó a escribir esto, veamos:
En la caótica nación donde mora este polémico habitante, un día se convocaron a elecciones, y el corazón auspiciado por el millonario romanticismo, más una campaña poco transparente pero eficaz, basada en regalar, cenas, chocolates, flores… y con el encandilante color rojo de bandera, ganó por un amplio margen la Presidencia de este rosado e idílico país, quedando segundo en la votación el mesurado e inteligente cerebro, y ya sin ninguna opción de volver a candidatizarse, aparecían bien rezagados los noveleros e inexpertos pulmón, hígado y riñón ; pero el amor al ser una criatura caprichosa, resentida, despilfarradora de su tiempo libre, y demandador permanente de adulo, con el paso del tiempo se volvió un ciudadano ingobernable. Divorcios, nupcias frustradas, e interrumpidos romances empañaron la imagen social de aquel falaz y fantasioso reino ; sin embargo, el amor pese a estar consciente de ser el único elector, aún así se negaba rotundamente a reconocer su secular error ; tuvieron que pasar muchos siglos antes de darse cuenta que para salir del miserable atolladero en el que hallábase envuelto ( celos, infidelidades, machismo…), debía elegir como presidente de aquella nación al circunspecto cerebro, y como segundo mandatario a su compañera de fórmula,…. la suprema razón.