Desde hoy hasta el domingo, encenderán una velita. A ver si la gente acude a las urnas con conciencia, separando el baratillo de ofertas y las prácticas corruptas, de las reales posibilidades de hacer de este país un mejor lugar para vivir.
Pondrán una velita para que aparezcan los desaparecidos, porque no hay día que no llegue a las redes sociales un anuncio de alguien que no ha llegado a su casa. Pondrán una velita para que haya justicia, porque las muertes violentas, unas por robo y otras, por encargo, muestran que hay mafias que operan en el país a sus anchas, con total impunidad.
Parece que todos saben lo que ocurre en esos terrenos delincuenciales, pero mejor miran para otro lado porque el miedo, ese miedo que paraliza, se ha instalado. Pondrán una velita para que esa ola de violencia no crezca y se multiplique, como ha ocurrido en otros países de este continente herido.
Pondrán otra velita para que llegue pronto la vacuna y para que se distribuya y aplique de manera masiva y solidaria, sin chanchullos de por medio. Y otra, para que los chicos vuelvan a las aulas con todas las seguridades, porque ya son miles los que se han quedado fuera del sistema escolar. Y porque son miles de jóvenes quienes, estando en clases virtuales, están ya desesperados por salir de casa, ver amistades, hacer proyectos y planes y, porqué no, festejar sin que la fiesta sea un delito o una contravención.
Pondrán una velita para que no nos claven más impuestos, que, tanto que se llenan todos la boca con eso de apoyar a los emprendedores y a los emprendimientos ya han puesto uno de forma arbitraria, haciendo un catastro de las supuestas microempresas (donde han incluido a tiendas, fundaciones e incluso a personas particulares) clavándoles el 2% a la facturación, ni siquiera, a la ganancia, fruto de su trabajo.
Pondrán una velita para que gane la defensa del agua frente a la fiebre del oro. Y para que la voracidad por la balsa no acabe con la selva y con las comunidades.
Cuando la angustia de quienes esperan que sus seres queridos aparezcan y aparezcan con vida; cuando las madres lloran a las hijas que han sido asesinadas por sus parejas; cuando vemos absortos como los sicarios matan a tiros, en plena luz del día, a sus víctimas; cuando los hospitales están llenos y no se dan abasto; cuando el panorama político se parece a la niebla de una tarde gris que cubre y lo empaña todo; cuando no se ve el futuro ni el camino, no nos queda sino encender una velita… a ver si el ritual de la llama encendida nos devuelve la esperanza de un mejor mundo, más verde, más empático, más solidario. Y nos devuelve el entusiasmo para construirlo, para sembrar en él y cosechar futuro.