La letra con sangre NO entra. El vídeo difundido durante esta semana, que muestra la forma en la cual un docente universitario maltrata a su estudiante durante una clase telemática, coloca de nuevo sobre la mesa el tema de la violencia en la educación, pero más indignante es leer y escuchar comentarios que defienden el accionar del médico en cuestión, afirman “a mí me enseñaban con gritos y no me he muerto”, y por la lógica nadie muere por un grito, ni por dos o tres, pero es claro que quien aduce ello ya se encuentra afectado con uno de los más graves signos: la normalización del maltrato. Sin duda este es un problema sociocultural, basado en una relación de poder inequitativa, que vulnera el derecho que tenemos los seres humanos de vivir en entornos libre de violencia, y que afecta el desarrollo integral de las personas, sin importar la edad, porque durante toda la vida nos encontramos aprendiendo; y ¿qué sucede ante un hecho como este? pues bien, el cerebro lo interpreta como un suceso amenazante y se genera una respuesta bioquímica que no es favorable para el aprendizaje. Estos comportamientos rara vez ocurren de manera aislada, si un médico se dirige así a sus estudiantes, es probable que en consulta la situación no difiera mucho, o no nos hemos encontrado, en calidad de pacientes, a doctores con un vasto conocimiento en diferentes patologías y sus tratamientos, pero que se han deshumanizado, explicando sus diagnosis y prescripciones llenos de tecnicismos, menospreciando a los que no entendemos la terminología clínica, en resumen quienes olvidaron hace ya tiempo su vocación. La violencia institucional es palpable en el sistema educativo y en el sistema de salud, mientras existan galenos a cargo de las cátedras universitarias o de grupos de internos y residentes, cuyo accionar carezca de la distinción clave entre poder y autoridad, alimenten sus egos a costa de tener a menos a los aprendices, en lugar de convertirse en maestros y mentores que fomenten un espíritu crítico e incentiven la investigación y el progreso médico en el país, sabremos que quienes pierden no son únicamente los estudiantes o la universidad o los pacientes, sino todo el Ecuador.