Se dice de quien es “pícaro”, “astuto” (Diccionario de la Academia de la Lengua Española). En lenguaje vulgar, “sapo”, “sabido”.
Eran los años 70s. En un banco muy activo en los negocios internacionales (cartas de crédito, remesas y otras operaciones en divisas), en que las aperturas y notificaciones, así como las órdenes, se daban por télex cifrados – con clave- el sub-gerente del área internacional, llegaba a las 06:30, de modo que cuando la operación normal se daba a partir de las 08:30, ya “casi todo” de lo suyo, estaba procesado. Preguntado, ¿por qué tan temprano procesaba los telex cifrados?, su respuesta era concisa “puede haber “galarifos”, que produzcan desviaciones”. Supuestamente no había oportunidad para que “galarifos” hagan pillerías. Y llegó un auditor al que nada se le pasaba, quien siguió la ruta de las operaciones muy mañaneras: no habían “terceros galarifos”, el señor tenía su propio “equipo”, jugaba con los flujos, en neto, sus beneficios ilícitos pasaban de medio millón de dólares. Se desarmó el entramado y se recuperó casi un 80%.
Traigo a presente el hecho, pensando en lo que ha sucedido en el correato con Petroecuador, en cuanto a los procesos abiertos en Estados Unidos, primero por las trapacerías (fraudes) de Seguros Sucre S.A. y los seguros petroleros, ahora con el caso del proveedor Vitol.
Hay que reconocer que las investigaciones en la década del correato que dirigieron Fernando Villavicencio y Christian Zurita desnudaron varios engranajes de corrupción en los negocios petroleros, entre éstos, señalaron indicios sobre los contratos con Vitol. En el Ecuador, nada pasó, ¿encubrimientos?, ¿o algo más, en cuanto al reparto?
Tanto en los fraudes de seguros como en los de los negocios petroleros, puntas de hilo que ha halado la justicia norteamericana y han aparecido las trapacerías. Como los lavados de dinero, en parte, se han realizado bajo jurisdicción del país del Norte, millonarias recuperaciones y sanciones pecuniarias van al Tesoro de ese país, no se trasladan al Ecuador, una especie de castigo a nuestro país, por sistemas administrativos, de control y de justicia ineficientes –siendo generosos en los calificativos, porque, para algunos, más acertada sería la calificación de formas de encubrimiento y quizás de co-autoría, pero esto habría que verificarlo -.
El supuesto “come-solito” para el Estado, cuando se le dio a las empresas, bajo su control, el monopolio de los seguros –también en otros órdenes- no es exactamente cierto, sino que se viabilizaron túneles para sus “propios galarifos”.
Todos los túneles deben desaparecer y toda contratación debe ser transparente.
Caso contrario, todo se reduciría a choque de “galarifos”, los extraños a los del poder y los “propios”.