Los procesos políticos de los últimos años en varios países de Iberoamérica se han convertido en un círculo vicioso de manipulación populista que tiene como fin último erradicar sus frágiles democracias y consolidar totalitarismos similares al de Cuba, su principal referente. El denominador común es ese cáncer exterminador al que denominan pomposamente socialismo del siglo XXI, una pandilla en la que confluyen tiranos y criminales de la vieja guardia con nuevos autócratas, aspirantes a caudillos, y unos cuantos convictos y prófugos de la justicia.
Iberoamérica, con pocas excepciones, es terreno fértil para este tipo de despotismos que echan raíces casi siempre en elecciones legítimas precedidas por campañas en las que abundan ofertas imposibles, promesas insólitas, absurdos y disparates que calan en la gente por medio de retóricas falaces y fogosas, y, sobre todo, discursos de barricada y confrontación con un enemigo señalado de antemano como responsable de todos los males.
Una vez en el cargo, el ascendido se apropia por cualquier vía de los distintos poderes estatales; suprime, reforma o rehace las leyes a su medida; paga los favores con contratos, cargos o negocios turbios; persigue, acosa, anula o aniquila a sus opositores y a la prensa que no lo adula o encubre, y, de inmediato, empieza el saqueo para sí mismo y para la banda. Como consecuencia de sus excesos, ambiciones e incapacidad, llega la crisis, que en algunos casos ha resultado grave pero curable y, en otros, catastrófica.
Venezuela, por ejemplo, tras un largo y doloroso proceso de metástasis, se ha convertido en el país con la mayor inflación y uno de los índices de miseria más altos del planeta. Argentina, por desgracia, sigue el mismo camino con el regreso de la dupla Fernández-Kirchner, que por ahora ha puesto en la congeladora los juicios de Cristina y sus secuaces a costa de hundir a su gente un piso debajo de la pobreza. Colombia, Chile y Perú, seriamente amenazadas por esta banda tumoral, sostienen sus democracias en equilibro, mientras México contiene el aliento y Paraguay vive por ahora en tensa calma.
Brasil dio un giro de ciento ochenta grados al salir de Lula y Dilma, también encauzados en sus gobiernos socialistas, para caer bajo el yugo del oscuro Bolsonaro. Nicaragua, con una larga historia de dictaduras de derecha e izquierda, sufre a Ortega, que acumula más de quince años en el poder. Ecuador extirpó hace casi cuatro años un carcinoma tan maligno como voraz, pero el 2021 será año electoral y varios fugitivos y reclusos se juegan su libertad e impunidad en ese proceso. En Bolivia, la excepción del desastre económico de sus colegas, regresó Evo para ser la sombra de su amigo Arce y soñar, una vez más, con perennizarse en la presidencia.
Finalmente, el cáncer surcó el Atlántico y ha empezado a hacer estragos en la España de Sánchez y del ladino Iglesias, a quien se le empiezan a hacer realidad sus húmedos sueños bolivarianos.