Muchas personas reclaman porque se sienten distanciados o relegados de las funciones públicas, quieren participar en las decisiones que les atañen, quieren intervenir en la adopción de las medidas que se acojan para la marcha, el desenvolvimiento del país o de su comunidad; y tienen toda la razón; por ello la democracia, precisamente es un sistema que permite esa participación o por lo menos lo pretende.
Es preciso comprender que como va creciendo, imparable, la población, no podemos todos intervenir en el manejo de los asuntos de interés colectivo, para ello la democracia concede el derecho de delegar a uno o a pocos conciudadanos la administración de dichos propósitos, sistema que en ningún caso es perfecto; pero para ello los postulantes, durante la campaña, manifiestan a los mandantes lo que piensan hacer si se los elige, es decir proponen o deben hacerlo, un plan de trabajo que puede ser aprobado en los comicios electorales.
Para ello es sumamente importante la expresión de la voluntad de los miembros de una comunidad en las elecciones, que constituye la mayor participación ciudadana; expresar, respaldar su decisión para apoyar un proyecto cívico, para conducir los asuntos de interés general; y luego, en el transcurso de ese mandato, impugnar o reclamar, en forma pacífica, si no se cumplen.
Por eso su voto, el sufragio, constituye la mayor participación con la decisión personal y de un conglomerado ciudadano, que debe ser con absoluta responsabilidad cívica, el voto obligatorio, como miembro de esa comunidad; si no es así, aquellos que no participan no demuestran ningún interés en el progreso.