Ahora les dio a los candidatos por hacer campaña sobre ruedas. Uno, que es bueno para el yoga, se accidenta en una moto y además va sin casco (Pérez). El otro (Montúfar), va a dar una vuelta al país en bicicleta (otra, pues ya lo hizo en una campaña anterior). Y un tercero (Hervas), inscribe su candidatura en una patineta naranja mientras se hace lindos videos en un malecón de alguna ciudad costera para postearlos.
Bien por el deporte y por su estado físico y por el entusiasmo en los inicios de la contienda pero no parece suficiente para convencer a una sociedad dividida, indiferente, profundamente golpeada por la crisis, hastiada de la corrupción y de la politiquería.
La campaña, con tanto candidato, parece que va sobre ruedas. Aunque no se ve claro el camino por el que van sus ideas y propuestas y luego, claro, tampoco se ve por ahora claro el camino de futuro que trazarán las decisiones de los electores.
Por querer parecer informal y juvenil (o vestirse con algo de populista) uno de los candidatos que de ordinario es muy serio (Lasso), ha rodado la cuesta en picada gracias a que “es viernes y el cuerpo lo sabe” y hasta se puede caer.
El eterno candidato (Noboa) también ha salido a la palestra de la caja de sorpresas y, si había una intención de unidad entre quienes no quieren que el correísmo “recupere la patria”, más parece que le están dejando llano el camino, aplanando la curva.
En esa carrera presidencial, en plena pandemia, ya se ha visto recorridos de campaña que vulneran las medidas de seguridad ordenadas por las autoridades, sin distanciamiento y sin mascarilla.
Los candidatos tienen que ingeniárselas y evitar multitudes, en un país acostumbrado a los mítines, discursos y tarimas de campaña. Su batalla será en los nuevos medios con candidatos que harán de las redes, su plataforma y su trinchera.
Demasiados candidatos para la contienda en un país tan pequeño y con tantas necesidades. Demasiada plata gastada para satisfacer tanto ego y vanidad de candidatos que saben que juegan a perder y que lo que pueden ganar, como mucho, una línea en su hoja de vida. Demasiado candidato, mucho ofrecimiento (otra vez, desde refinerías hasta hospitales y carreteras) y poco optimismo de futuro, de cambios profundos, de buscar consensos, de sanar heridas, de empezar a construir ciudadanía y levantar al país de la nada en la que ha quedado.
Mientras los candidatos van sobre ruedas, alzando sus brazos y empuñando sus manos en señal de victoria, mientras se inventan consignas y llenan de campaña sucia las redes sociales, mientras agradecen a Dios, los jóvenes, que ahora votan desde los 16, miran, con total indiferencia y hastío, el circo electoral.