Salvo que tenga mucho dinero, como Alvarito, todo chimbador necesita de un buen padrino. ¿Y qué mejor padrino que el presidente Velasco Ibarra quien, a finales de su tercer mandato, buscaba por todos los medios impedir la victoria de Raúl Clemente Huerta, candidato del liberalismo que era su bestia negra en 1956?
Entonces llamó a su embajador en Washington, el exalcalde de Quito José Ricardo Chiriboga Villagómez, apodado Pepe Parches, y le impulsó a que lanzara su candidatura presidencial con el apoyo del aparato del gobierno, las organizaciones velasquistas y los caciques afines. Los otros candidatos eran Guevara Moreno, fundador del CFP, y el socialcristiano Camilo Ponce, ambos exministros de un caudillo que opacaba a todos.
Pero cuando Velasco percibió que Chiriboga no aseguraba la victoria, decidió apoyar a Ponce, aunque ambos se aseguraron de que Chiriboga mantuviera su candidatura para restarle votos a Huerta. Con esa brillante chimbada, más el apoyo descarado del gobierno y la Iglesia y un poco de fraude (se decía que el cura Armijos telegrafiaba desde Loja preguntando: “¿Cuántos votos más les mando?”) ganó el fundador del socialcristismo con la mínima diferencia de 3.000 sufragios pues los otros contendientes se dividieron la votación anticonservadora, que rozó el 70%.
Esa misma maniobra la intentó el presidente Febres Cordero, que había perseguido ferozmente al alcalde Abdalá Bucaram por ofensas a las FF.AA. y peculado, obligándole a exiliarse en Panamá donde, en acuerdo con el presidente Noriega, le implantaron droga en su vehículo. Pero cuando se aproximaban las elecciones de 1988 facilitó su retorno (el diario Hoy publicó la transcripción de las conversaciones) para que debilitara a Rodrigo Borja en beneficio del candidato oficialista Sixto Durán Ballén, quien había sido ministro de Camilo Ponce.
Pero les salió el tiro por la culata pues Abdalá era ya una fuerza electoral que relegó a Sixto al tercer puesto, aunque sin engatusar a todos pues para la segunda vuelta se leía en las paredes de Quito el grafiti: “Te odio Abdalá porque me obligas a votar por Borja”. En efecto, un Borja sin carisma pero esforzado, decente y con un partido socialdemócrata organizado quedó primero.
A partir de 1998 fue Álvaro Noboa quien, más que chimbador, se convirtió en el gran elector… por negación. Mahuad, Lucio y sobretodo Correa llegaron al poder gracias a los muchos votos en contra de la desfachatada figura de un oligarca que lindaba con el ridículo.
Hoy duda en saltar al ruedo otro miembro de la oligarquía guayaquileña, joven, taimado, sin experiencia ni identidad, a quien le calentaron las orejas para que dejara botando su mandato en plena pandemia y se convirtiera en el chimbador de Lasso. ¿Querrá cargar con ese estigma o mirará los toros de lejos, dejando esa faena a Alvarito?