Aflige que los principales damnificados de la mayor crisis de nuestra historia no sean objeto de una prioridad social relevante porque la solidaridad se ha reducido a loables esfuerzos de 3 o 4 empresarios pero los más solo hablan, y cuando se les pide una contribución orgánica asumen la posición negativa de “pongan todos menos yo” como en un a tómbola navideña, actitud que es realmente despreciable. Por eso el énfasis está en la ayuda a las empresas para que no quiebren, pero hace falta también potenciar la demanda en el mercado interno entregando poder de compra a la gran cantidad de la población que se está muriendo de hambre, a la gente que ya era pobre antes de la pandemia y ahora están en la indigencia y a la clase media vulnerable que ahora ya es pobre. Esta gente es la que se contagia y muere en sus cuartos o en las calles. “Unos piensan en lo que tienen y otros en lo que les falta” (Borges).
De una población activa de 8’200.000 solo 3’200.000 tienen seguridad social y el resto no tiene ni seguridad alimentaria. La mayoría de los 17 mil muertos son de los segmentos pobres, muchos de los cuales dejan en la orfandad y desamparo a familiares que ahora necesitan una ayuda de emergencia. Para que esta tragedia humana no siga creciendo el Estado debe dar una ayuda extraordinaria a los que se ven obligados a salir a arriesgar su vida. Por el momento es necesario financiar un ingreso básico de emergencia por lo menos hasta diciembre/2020 a 1’600.000 ecuatorianos que no tienen ingresos ni tendrán por algún tiempo, para lo cual necesitamos un préstamo, pues si tenemos que sobre endeudarnos que sea para estos fines y no para desperdiciar corruptamente.
Si apoyamos el dinero no habrá corrupción y la producción nacional de bienes y servicios esenciales se dinamizará rápidamente, se reactivará el mercado interno, habrá menos desempleo y la oferta nacional satisfará esta demanda que no consume bienes importados innecesarios y los dólares se quedarán en Ecuador. Si no hay una inyección de este tipo, en los próximos años tendremos una epidemia social con tal cantidad de indigentes como Venezuela.
Las élites no tienen conciencia del caos que se viene con seis millones de pobres que sufrirán las consecuencias, pues el país caerá en una recesión de más del 10% en este año y en el próximo nadie sabe lo que pasará con la economía mundial. Inversiones privadas no vendrán pues su afán de lucro rápido les impide y en situaciones como ésta más bien empujan más capitales al exterior, cuya cifra nunca se transparenta como si fuera de mala procedencia.
La Academia y los medios de comunicación debieran posicionar este tema en el debate sustantivo para que menos ecuatorianos perciban el olvido que seremos, para que la penuria no sea la nueva modernidad de los desamparados que ven robar, miran el derroche con los latisueldos de los que se han atornillado al presupuesto nacional.