Si bien es cierto, la pandemia y la hambruna nos están consumiendo de a poco, no es justo que nuestros gobernantes que deberían mostrarse solidarios y empáticos con la gran mayoría de su pueblo, traten de cortar la cuerda por el lado más débil, imponiéndole una serie de sacrificios, impuestos y más contribuciones “voluntarias” que, con el desenfrenado nivel de corrupción que existe, no sabemos en qué manos irían a parar. Considero que lo más absurdo, en estos momentos de crisis, es el recorte presupuestario en los dos rubros más importantes e imprescindibles: la salud y la educación a sabiendas de que, ahora más que nunca, se hace indispensable educar al pueblo y velar por su salud. Esto, como decía mi abuela, sería “como robar del altar mayor”.
¿Cómo es posible que no se piense en otras alternativas tendientes a paliar la crisis, como es la significativa reducción de asambleístas, asesores y más funcionarios públicos que ganan exagerados latisueldos pensando solo en su beneficio personal; reducir substancialmente los gastos superfluos en campañas electorales, movilizaciones, publicidad “engañosa”, etc. y, principalmente, por qué no aplicar la “cirugía mayor”.