El dinero mal habido. Si habrá un delito que debiera ser de lesa humanidad es el sacar provecho de la tragedia humana. Una pandemia.
Tan repugnante como el tráfico de armas, el narcotráfico o la pornografía infantil es el saqueo de los dineros del pueblo.
Y más repugnante lo es, si ese dinero, magro, escaso y entregado a cuenta gotas se obtiene por corrupción y en emergencia.
Cuando en tiempo de las mafias del gobierno anterior inventaban la fórmula para quedarse con los dineros de los sobornos ideaban otras fuentes siniestras.
Así, se repitieron para vergüenza nacional, episodios como los de los atracos a la ayuda de comida en las inundaciones causadas por los fenómenos de ‘El Niño’.
Los contadores que maquillaban las cifras en el gobierno del macro economista laureado no han logrado tapar los millonarios saqueos con la plata para el terremoto.
Hay grandes fortunas depositadas quién sabe dónde y el tortuguismo de la fiscalización, el control y la justicia todavía no averigua a dónde fueron a parar los millones.
Pero eso sí. Todavía no se terminan de construir dispensarios y hospitales en Manabí y Esmeraldas. Todavía falta agua y hay miles sin techo chapoteando en la miseria.
Por esa razón poderosa es que el saqueo de los fondos públicos duele. Ahora nos lacera tanto como las cifras tan frías como espeluznantes de los muertos mal contados.
Si llevarse el dinero ajeno en tiempo de lujuriosa bonanza y abundancia es reprochable, hacerlo cuando la tragedia cunde, faltan mascarillas y respiradores es peor.
Los ciudadanos de bien pagan jugosos impuestos. Las empresas que generan trabajo también lo hacen aunque todavía haya evasores o algunos balances poco claros.
La cosa pública debe privilegiar la administración de la escasez. Un país donde se derrocharon recursos ahora sin mesa servida alguna tiene la caja fiscal patas arriba.
A pocos días de instalada la emergencia sanitaria reventó el primer escándalo. Mascarillas para el IESS.
La metodología es siempre la misma, empresas proveedoras que nada tienen que ver con su objeto social y una telaraña de inconsistencias y abusos en los precios.
Bien es verdad que en economía los bienes que tienen mucha demanda suben de precio y nadie desconoce que en todo el planeta se requiere equipos y mascarillas.
Pero el abuso y el sobreprecio más allá de la sana lógica hacen hervir la sangre.
Luego llega una compra firmada y fallida para el Hospital Eugenio Espejo. Enseguida se conoce de casos extraños en los hospitales Baca Ortiz y Enrique Garcés.
Y llega la feria de las mortajas de plástico. Lúgubre ironía. El Hospital del IESS de Los Ceibos, en Guayaquil; el Hospital del Guasmo, de Salud Pública y en la Policía.
La Fiscal Diana Salazar apunta la inutilidad de la secretaría del Ejecutivo frente al desborde de la corrupción de estos días.
La mesa chica, cada vez más chica, no alcanza para activar un botón de pánico y un semáforo en rojo contra la corrupción.