Julián Suárez Migliozzi
Columnista invitado *
La buena nutrición de niños y niñas de hasta 5 años es determinante para su sobrevivencia, su desarrollo físico y cognitivo, su destreza para aprender, su desarrollo de habilidades emocionales y su motivación para relacionarse y jugar con otros niños.
Una nutrición adecuada, estimulación temprana y cuidados apropiados, garantiza que alcancen su potencial de crecimiento físico y desarrollo intelectual y cognitivo, dimensiones fundamentales para su desarrollo económico y humano en la edad adulta. Esta afirmación tiene sustrato biológico conocido desde hace muchos años, como explicó el reconocido nutriólogo chileno Fernando Monckeberg, quien realizó aportes significativos para combatir la alta prevalencia de la desnutrición crónica que medio siglo atrás afectaba a Chile -hoy el país de América Latina y el Caribe con mejores indicadores de nutrición infantil.
La tesis de Monckeberg suponía que las pocas y atrofiadas ramificaciones neuronales del cerebro de un niño desnutrido prácticamente condenaban su desarrollo cognitivo. De manera gráfica, equiparó el cerebro de un niño desnutrido con el de un niño bien nutrido se asemeja al contraste entre un árbol seco en invierno con uno floreciente en primavera. La ineficacia de las políticas públicas en procurar revertir situaciones de desnutrición en etapas de la vida más allá de los primeros 5 años. La inversión –acaso tardía- es, al menos, una inversión más costosa y de menor rentabilidad social, comparada con la que focaliza esfuerzos en desarrollo infantil temprano.
Entre el año 2000 y 2018, América Latina redujo del 16,7% al 9% la prevalencia de la desnutrición crónica en niños y niñas menores de 5 años. A pesar de estos avances, todavía existen 4,8 millones de menores de 5 años que presentan baja talla, a la vez que alcanzar las metas globales de nutrición al 2025 pareciera un objetivo irrealizable.
Para que la región erradique de una vez por todas la desnutrición infantil, es necesario que mejoremos el entorno mediante la provisión de agua segura y saneamiento básico complementando con acciones de promoción sostenible de prácticas clave para la nutrición, cuidado y estimulación de la primera infancia.
Desde CAF estamos implementando una agenda para acompañar a los países de la región para promover una adecuada salud, entornos favorables y seguridad alimentaria; optimizar la provisión y gestión de servicios públicos, fundamentalmente de agua y saneamiento; y fortalecer capacidades institucionales para el concurso interinstitucional que este flagelo requiere.
América Latina necesita que este tipo de iniciativas tengan éxito y continuidad en el tiempo, de ellas dependen que logremos nuevas generaciones sanas, despiertas y competentes. Y esto solo lo lograremos con inversiones inteligentes en la primera infancia, que son justamente las más rentables para el porvenir de la región.
* Vicepresidente de Desarrollo Sostenible de CAF