Definitivamente, el Ecuador es un país ingobernable en donde cada cual camina por su lado y se resiste a cualquier medida o sacrificio, sin reflexionar con racionalidad que al final lo que se hace, con la oposición a todo, es represar los problemas y dejar que el resto pague los platos rotos por el desastre en el manejo de la economía. Lo grave es que quienes han destrozado el país, que gobernaron los últimos años con una estructura delincuencial organizada desde la Presidencia como ha sustentado con pruebas la Fiscalía, que generaron la mayor corrupción, que se gastaron hasta los ahorros y le endeudaron al país de manera irresponsable, pretenden dar lecciones de moral y con audacia aspiran a volver al poder y para ello hacen lo imposible para que la justicia no les sentencie pese a las evidencias.
El país está en una situación muy grave que merece el entendimiento y colaboración de todos. Por un lado las amenazas del corona virus, que ha llevado a decretar la emergencia sanitaria y que es una prioridad enfrentar con orden, responsabilidad, disciplina y limpieza. Por otro, la delicada situación económica, agravada por la caída del precio del petróleo, que afecta a las debilitadas finanzas públicas, herencia del manejo del correísmo.
Esta situación obliga a tomar medidas urgentes y que los diversos sectores no deslinden responsabilidades. Se oponen de manera irracional a medidas que afectan a los más ricos, con un discurso del siglo pasado: no a la eliminación de los subsidios a los combustibles, que por cierto debe proteger a los más pobres. Las élites, incluidas de los sectores sociales e indígenas, no formulan propuestas viables y muchos dirigentes se proyectan mejor en el caos, desorden y destrucción, como ocurriera en octubre pasado y que sigue en la impunidad.
Los gobiernos no pueden administrar atemorizados y con miedo a las protestas, que en algunos casos pretenden la desestabilización. Hay que pensar en el futuro y no en las ambiciones del presente. Es inadmisible que de manera irresponsable durante 12 años no se haya contratado un seguro petrolero que, como hiciera México, hubiese protegido los precios e ingresos de divisas. En el 2008 el prófugo en Bélgica argumenta en un directorio de Petroecuador que no hay necesidad de contratar el seguro pero meses después (2009) increpa al equipo económico y de la empresa estatal por no haber contratado. Puro engaño. Empero, hasta hoy no se ha podido concretar.
Dirigentes políticos que ni siquiera desean escuchar las propuestas, sin reparar que si llegan al poder el próximo año van a recibir un país en una situación económica más grave y tendrán que tomar medidas. Aquí no hay milagros. La clase política y las élites empresariales y sociales deben adoptar posiciones prácticas y responsables que miren al futuro.