Lo peor que nos puede pasar, es que no nos pase nada… La expresión calza perfectamente para el tema del Ser Bachiller. 16 filtraciones desde 2013 y no ha pasado nada. Bueno, casi nada. En esencia la prueba es la misma. La diferencia mayor fue la fusión con la prueba de acceso a las universidades -ENES 2015- que agravó las cosas.
El escándalo merece dimensionarse. No es una simple caída del sistema. Es una filtración de preguntas que altera la credibilidad del examen. Las instituciones que deben garantizar la máxima pureza y confiabilidad de los datos nos ha fallado a todos. Algo así no debe suceder en ningún proceso, peor en educación. Está en juego el destino de miles de jóvenes. La prueba pierde aire y confianza. Remendarla costará esfuerzos, recursos y tiempo. El prestigio que se gana en procesos sostenidos, se puede evaporar en segundos.
Las posturas frente a la prueba se mueven en dos grandes líneas. En una se aboga por separar al Director e introducir algunos cambios: repetir la prueba, mejorar la seguridad, restar complejidad, potenciar la comunicación. Cambios valiosos, mas insuficientes. La segunda línea apunta al modelo educativo que nutre las evaluaciones. El problema deja de ser estadístico, tecnológico, nuestra una dimensión educativa y política, posiciones sobre aprendizaje, al rol de estudiantes y maestros, pensum, calidad, promoción…
Para no quedar en la protesta, recuperamos algunas medidas que han surgido estos días, dos a corto plazo y dos de fondo. La primera apunta a la realización inmediata de una auditoría técnica.
Hay organizaciones que pueden realizar el encargo e identificar causas y culpables. El camino de la Fiscalía es adecuado pero tiene otros tiempos. La segunda medida de corto plazo es separar la prueba en sus dos componentes porque tienen propósitos diversos: evaluar capacidades de bachilleres y disputar un cupo en las universidades. El Mineduc y la Senescyt deberían construir una propuesta innovadora que considere el peso relativo de cada prueba en el conjunto de esfuerzos de los estudiantes. Entones, evaluación sí, pero otra evaluación.
En lo estructural, se han planteado dos medidas sugestivas. La primera, una revisión a fondo del currículo que nos rige. Muchos problemas no están en la prueba sino en el currículo y los estándares que la alimentan. Y una segunda, la potenciación de la educación técnica. Hay avances interesantes que el Ministerio viene trabajando con la sociedad civil -Contrato Social, CMT, Fudela, etc.- con empresas, con cooperación internacional.
El cambio de un Director no aporta si no hay una agenda de cambios estratégicos; la calentura no está en las sábanas. Los reclamos no pueden ignorarse. Es momento de aprovechar el interés de la ciudadanía y los medios. Lo peor sería que no nos pase nada.