Luego de compartir los deseos de paz, comprensión y amor, que la Navidad nos trajo; de haber disfrutado el afecto familiar, la cordialidad entre amigos, la magia del afecto global. El ánimo enciende los sentimientos de esperanza, para recibir el nuevo año con la ilusión de poder cumplir aquello que nos falta; en el plano sentimental, más unión en la familia, entre padres e hijos o entre hermanos y en el plano personal estabilizar un noviazgo, sin olvidar las promesas que se hacen, para terminar con los malos hábitos que durante años atrás, no hemos tenido la confianza de dejarlos y apartarlos de nuestro diario trajín. También existe el optimismo que el año 2020, será el de las realizaciones, para encontrar un empleo satisfactorio, para culminar la especialización o los estudios que están por concluir o para emprender por nuestra cuenta, especialmente en todo aquello que antes nos fue difícil.
La confianza y el optimismo juegan un importante papel en nuestros logros, ellas nos llevan a la promesa de emprender en lo que necesitamos. La fe personal es la base para conseguir lo deseado. En el plano social, rescatemos los valores practicados en la Navidad y comencemos a construir una mejor comunidad, con la participación y colaboración de todos nuestros vecinos. Formemos una mejor opinión de cuáles pueden ser nuestros alcances, con el fin de vigilar el desarrollo de toda la sociedad en conjunto, de hacer conocer nuestros criterios para que el desarrollo democrático sea incluyente, tenga oportunidad en todos los sectores y la participación nos traiga seguridad, progreso y paz en el 2020.