Quito fue, hace diez años, la primera ciudad del Ecuador y un referente dentro y fuera del país. La administración municipal emprendió en un ambicioso y complejo plan de recuperación del Centro Histórico, invadido por décadas por vendedores ambulantes. Tenía un Plan de Desarrollo aprobado en el 2000 con vigencia al 2025, revisado en el 2006 y el 2012, y el 2017 se dictó el Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial según manda el Cootad. ¿Qué pasó que, poco a poco, se fue desgranando todo y Quito se desorganizó y perdió el brillo y la cabeza?
¿Qué pasó que los índices de violencia e inseguridad se dispararon, siendo lo más preocupante que la mayor parte es por violencia intrafamiliar? Tratar de explicarlo no implica crítica a nadie en particular, sino buscar corrección a lo que desvío a Quito de su ruta exitosa.
Al 2009 era la capital económica del Ecuador. La ciudad con menor desempleo. Las ventas ambulantes controladas. Sede de las empresas más exitosas e importantes. El sector financiero más sólido y representativo. La creación de empresas era un signo de emprendimiento y progreso. La Universidad participando activamente en sus planes y programas. Era -es todavía- la ciudad que más turistas extranjeros recibe, aunque en menor proporción que antes.
Hoy es la ciudad con mayor tasa de desempleo y subempleo. Las ventas ambulantes proliferan incontrolablemente. La ciudad invadida de letreros y telarañas de cables contaminantes. Se abandonan tradiciones y las fiestas son conciertos sin participación espontánea. Los controles del aire descoyuntados de la revisión vehicular. Se recentraliza y se aumentan aluvionalmente empleados: la burocracia municipal y espesa que decía el gran Raúl Andrade.
El complejo fundacional de la política ecuatoriana descarta lo que se ha hecho antes. Todo hay que inventar. Se abandonan esquemas exitosos y se paralizan proyectos en cada nueva administración. Se transgreden los Planes de Desarrollo con esquemas que salen de la órbita de la Planificación, provocando desarrollos no previstos que posibilitan tráfico de influencias y corrupción, visualizada en los vergonzosos grilletes en algunos concejales.
Los quiteños están pesimistas, más que en el resto del país. Ven el futuro con más incertidumbre. Califican todo en términos más negativos. En camino a la depresión.
Es un enorme reto de Quito superar problemas, deficiencias y errores y volver al sitio preferente. Hay que hacerlo. Siguiendo los Planes de Desarrollo. Mejorándolos, no abandonándolos. Sin prejuicios. Empeñándose en lo estructural y en el servicio a la gente. Volviendo a ser solidarios. Los ciudadanos necesitan motivación y volver a creer. En sus autoridades y en el futuro.
Requiere, para lograrlo, del liderazgo municipal. Y del empeño y participación y apoyo de todos: de la academia, de los gremios, de los empleados, de los habitantes. De todos. Nadie solo lo podrá hacer, por eficiente y patriota que sea.