El odio y el desquite es un mal en los pueblos. Se vio en las últimas manifestaciones mal llamadas indígenas porque allí vimos demasiados individuos que no lo eran, creando desmanes y atacando a la fuerza pública que protegía Quito. Lo penoso es que estaban visiblemente orquestados por la dirigencia de la Conaie. Estos y esos cometieron un vil ataque a la capital de la República, buscaban imprimir el miedo a los ciudadanos para lograr atrapar la ciudad y posesionarse de los edificios y las calles quizá con diferentes fines pero juntos.
El ex presidente Correa azuzaba desde el exterior a sus huestes que estaban preparadas para aprovechar situaciones que les permitan réditos políticos. El ataque y la toma del edificio de la Contraloría no tuvo otro sentido sino el que desaparezcan evidencias procesales. Los ataque a mansalva de las instalaciones del Diario EL COMERCIO y del Canal 4 demostraron claramente que fueron dirigidos por los serviles del ex presidente por el odio que este les tiene y que el destrozo ocasionado a la capital se lo culpe solamente a la Conaie.
Al parecer, la Conaie se encontró con una oportunidad no prevista en su agenda. Para probar su capacidad política implementó una movilización y toma de Quito, el Decreto 883 fue circunstancial. Se les vio apropiados de la Casa de la Cultura convertida en su cuartel y trinchera y a la que no supieron respetar, intentos de apropiarse del edificio de la Asamblea Nacional y quizá del Palacio de Gobierno como símbolos de la República a los que podrían dar el mismo trato. El máximo dirigente de la Conaie afirmó que estos actos demostraron que ahora al indígena ecuatoriano se le tiene miedo y por eso se lo respetará en el futuro. Si un pueblo se divide por el odio es porque encuentra individuos que lo promueven y otros que lo imitan.