Project Syndicate
La peor decisión de política exterior que tomó Estados Unidos en la última generación (y tal vez más) fue la “guerra electiva” que inició en Iraq en 2003 con el propósito declarado de eliminar armas de destrucción masiva que en realidad no existían.
Comprender la irracionalidad detrás de esa decisión desastrosa es más importante que nunca, porque hoy se la está usando para justificar una política estadounidense igualmente errada. A la decisión de invadir Iraq siguió la irracionalidad del entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Richard Cheney, que declaró que aunque el riesgo de que tales armas cayeran en manos de terroristas fuera minúsculo (digamos, 1%) debíamos actuar como si esa posibilidad fuera indudable.
Esa forma de pensar llevará a decisiones erróneas la mayoría de las veces. Pero Estados Unidos y algunos de sus aliados ahora están aplicando la Doctrina Cheney contra la tecnología china. El gobierno de los Estados Unidos sostiene que como no sabemos con certeza si las tecnologías chinas son seguras, debemos actuar como si fueran indudablemente peligrosas y prohibirlas.
Para una toma de decisiones correcta se aplica el cálculo de probabilidades a los diversos cursos de acción. Hace una generación, el gobierno estadounidense tendría que haber considerado no sólo el (presunto) 1% de riesgo de que armas de destrucción masiva cayeran en manos de terroristas, sino también el 99% de riesgo de una guerra basada en supuestos deficientes. Con su énfasis en el 1% de riesgo, Cheney (y muchos otros) distrajeron la atención pública de la probabilidad, mucho mayor, de que la Guerra de Iraq careciera de justificación y desestabilizara gravemente la política de Medio Oriente y del mundo.
El problema con la Doctrina Cheney no es sólo que recomiende acciones basadas en riesgos pequeños sin considerar costos potencialmente muy altos, sino que alienta a los políticos a agitar temores con otras intenciones.
Es lo que está haciendo otra vez la dirigencia estadounidense: generar pánico a las empresas tecnológicas chinas postulando (y exagerando) riesgos minúsculos. El caso más pertinente (pero no el único) es el ataque del gobierno estadounidense a una empresa de tecnología inalámbrica de banda ancha. Estados Unidos le ha vedado el acceso a sus mercados y trata de impedirle hacer negocios en todo el mundo. Lo mismo que con Iraq, puede terminar creando un desastre geopolítico sin razón alguna.
He seguido los avances tecnológicos de esa empresa y su trabajo en países en desarrollo, creo que el estándar 5G y otras tecnologías digitales pueden ayudar enormemente a poner fin a la pobreza y alcanzar otros Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En los asuntos internacionales, igual que en otros ámbitos, atizar el miedo y usarlo como fundamento de la acción en vez de la evidencia es una receta para el desastre. Aferrémonos a la racionalidad, la evidencia y las reglas como lo más seguro.