Durante el gobierno anterior se abusó tanto del Banco Central del Ecuador (BCE) que se puso en peligro la dolarización. Algún día, cuando finalmente se termine de devolver la solidez a la institución, lo más importante será evitar que algo así vuelva a pasar. Quizás el único antídoto para evitar un mal uso del Banco Central es no tener un BCE.
Desde que nos dolarizamos, el BCE tiene tres labores “monetarias”, la primera es respaldar las monedas emitidas en el país, la segunda es cuidar los depósitos del sector público y la tercera es cuidar el encaje bancario. Todas estas labores se pueden entregar a otras instituciones y, de esa manera, desaparecer la tentación de que el gobierno abuse de un Banco que, en al década pasada, se dejó abusar.
El tema de las monedas es tan pequeño que podría pasar a una “Casa de la Moneda” con un balance de 80 millones y la obligación de tener ese dinero colocado en cuentas líquidas en el extranjero.
Los depósitos del Sector Público podrían y deberían pasar a instituciones financieras distintas al BCE, ya sean públicas o privadas. No hay ninguna razón por la que el IESS o el Municipio de Guayaquil deben poner su dinero en el BCE y no lo puedan colocar en un banco o una cooperativa.
Finalmente está el tema del encaje bancario. Si bien este no es el tema más grande, si es el más delicado, porque son recursos que están ahí para limitar el crecimiento de los depósitos (o sea, no pueden depositarse en “el sistema”) y también están ahí para momentos de emergencia en que los bancos requieren de liquidez inmediata.
Lo lógico sería que los recursos del encaje (y de otras reservas bancarias) se coloquen en el extranjero (para que no estén en “el sistema”) y, de ser posible, en la misma Reserva Federal de los EEUU (algo que es negociable como país). Así estarían seguros, fuera del sistema monetario ecuatoriano y disponibles en todo momento.
De esa manera dejaríamos de tener un banco central que administre recursos abundantes y los futuros gobiernos dejarían de tener una institución a la cual saquear para saciar las hambres populistas de financiar gastos inútiles e infinitos.
Por cierto, el BCE tiene una serie de otras labores no monetarias (como investigación), que bien podrían quedarse en la institución porque las hace muy bien. Pero el manejo de recursos es algo que tiene que desaparecer para así matar desde la raíz cualquier evento similar a los que vivimos entre el 2014 y el 2017, cuando sólo el Gobierno Central le sacó al BCE cerca de 6 000 millones, además de los 1 000 millones que se borraron del balance en diciembre de 2008 y de los recursos que se prestaron a instituciones financieras públicas. Porque de la próxima, no salimos vivos.