El miércoles 18, cinco días después de la salida de Kintto Lucas del Gobierno, el salón Los Próceres, de la Cancillería, fue la sede de una reunión de alto nivel con la Cámara Ecuatoriana-Americana. El canciller Ricardo Patiño, quien compartía con Lucas un discurso de izquierda radical frente a los acuerdos comerciales, dirigió la cita.
El objetivo de la reunión era promover un diálogo con 45 miembros de la Cámara para encontrar alternativas que mejoren el flujo comercial entre Quito y Washington. En el discurso del Jefe de la diplomacia ecuatoriana desaparecieron los comentarios ácidos contra la Casa Blanca y sus políticas comerciales. Si bien resaltó que el Gobierno está empeñado en diversificar sus mercados, esta vez Patiño optó por resaltar la importancia comercial de EE.UU.
“El mercado norteamericano es muy importante para el Ecuador, tiene una larga historia con nuestro país y es importante sostenerlo, trabajarlo, cultivarlo”, dijo Patiño, quien llevó en el 2010 a la Vicecancillería a Lucas, un representante del sector de izquierda más radical del Régimen.
A la derecha del Canciller se sentó Francisco Rivadeneira, viceministro de Comercio Exterior.
A diferencia de ocasiones pasadas -en que participaba en reuniones con Lucas- en la cita del miércoles Rivadeneira lucía relajado mientras hacía una presentación de las cifras comerciales. En la cita también estuvo Mentor Villagómez, jefe del equipo negociador para establecer un acuerdo comercial con la Unión Europea.
Ambos –Rivadeneira y Villagómez- son identificados por Lucas como representantes de la visión de “derecha” del Gobierno, que aparentemente se impone en la política comercial y en el acercamiento a EE.UU. y Europa.
En esta corriente incluye a la embajadora en Washington, Nathalie Cely, así como al ministro de la Producción, Santiago León, quienes creen que sí es posible un convenio comercial que respete las asimetrías económicas.
Esta pugna por el rumbo comercial grafica cómo en cinco años se ha movido el péndulo entre la izquierda y la derecha del Gobierno, sin que el presidente Rafael Correa haya dirimido de forma tajante a favor de un sector. A primera vista, en la batalla comercial Correa se ha decantado por los sectores abiertos a un acuerdo permanente con la UE.
“A pesar de sus discursos con gritos revolucionarios y homenajes al Che y Fidel, el Gobierno va adoptando una línea más pragmática, al menos en temas económicos”, señala el articulista Manuel Ignacio Gómez.
En el Gobierno no se niega la coexistencia de ambas visiones cobijadas bajo el membrete de revolución ciudadana, aunque se busca desdramatizar sus “tensiones”. Fander Falconí, titular de la Senplades y fundador de Alianza País, reconoce que hay una multiplicidad de concepciones políticas dentro del Gobierno. “Hay que reconocer diferencias de pensamiento y de acción de trayectorias individuales y colectivas, dentro de un alineamiento programático”, es su primera aproximación al tema.
Sin embargo, anticipa que no se puede pensar que esas diferencias se zanjan en la imposición de una visión sobre la otra, sino más bien en el debate de ideas, en la que el Presidente puede tomar la última palabra en temas claves.
Por eso, señala que sería incorrecto pensar que aquellos cuadros más identificados con la izquierda y con un pasado político cercano a los movimientos sociales, hayan cedido terreno.
“Sus actuaciones lucen con cierta visión más pragmática de la realidad política, empezando por el canciller Patiño, quien sigue la línea trazada por Correa”. Esas son las palabras de Francisco Rhon, director del Centro Andino de Acción Popular y ex asesor de la Presidencia de la Constituyente de Montecristi.
“Javier Ponce, Miguel Carvajal Jeannette Sánchez son rostros propios del proyecto originario, solo que ahora parecen jugar más pragmáticamente”, agrega Rhon.
Sus palabras se refieren a que Sánchez, coautora del programa de A. País, dirige el Ministerio de la Política Económica en reemplazo de Katiuska King, quien salió de ese puesto dejando entrever presiones por el acuerdo con la UE. Mientras que Ponce y Carvajal fueron ratificados esta semana en el Gabinete, a través de nuevas responsabilidades. Aunque para Falconí, la continuidad de los integrantes del politburó de Alianza País es evidencia de que es un conjunto de miembros el que discute y decide.
Entre esos miembros fijos figuran el vicepresidente Lenín Moreno; el alcalde de Quito, Augusto Barrera; el titular de la Asamblea, Fernando Cordero, así como los ministros Javier Ponce (Defensa) y Ricardo Patiño (Relaciones Exteriores) y Fander Falconí (Planificación). A ellos se suman los secretarios Vinicio Alvarado (Administración Pública), Alexis Mera (Jurídico), Gustavo Jalkh (Particular), más bien vinculados con el ala de la derecha, además de algunos otros miembros que asisten como invitados. Es decir, el politburó es un espacio donde el Gobierno piensa su gestión desde una lógica pendular.
Punto de vista
Decio Machado Analista político
‘El conservadurismo está presente’
La construcción de Alianza País en el 2006 fue el fruto de la fusión de varias fuerzas políticas y sociales que apoyaban al proceso. Algunas de estas sensibilidades políticas ya no forman parte de País o de la alianza de Gobierno.
Sin embargo, es evidente que otras tantas continúan coexistiendo al interior del oficialismo
y, por ende, en el Gobierno.
La amalgama de sensibilidades políticas que apoyan al Ejecutivo es amplia e incluye desde la izquierda cristiana hasta sectores provenientes del conservadurismo, pasando por socialistas, comunistas y gente o grupos políticos que han formado parte de gobiernos anteriores. Incluso en gobiernos que han desarrollado políticas claramente conservadoras. Para identificar la tendencia política de los miembros del Gabinete Ministerial, uno no tiene más que mirar sus antecedentes políticos, de qué organizaciones políticas o empresariales provienen o en qué gobiernos coparticiparon.
Desconozco cómo se procesan las diferencias ideológicas al interior del Gobierno. Lo que sí le puedo decir es que los TLC son mucho más que simples tratados de comercio, puesto que implican el sometimiento de políticas internas a lógicas alineadas a un orden internacional organizado con base en la omnipotencia del mercado. No comparto la visión de buenos y malos. El Gobierno es solo uno y, como tal, su responsabilidad es compartida.