Los bingos que funcionaban legalmente en Guayaquil fueron las primeras salas de juegos de azar en cerrar sus puertas, cumpliendo el decreto que determinó que dejen de funcionar el 16 de marzo.
En la ciudad, la mayoría de los bingos se concentraban en el centro, a lo largo de la avenida 9 de Octubre, sus calles aledañas y alrededor del Parque Centenario.
Rosario Robles se apresuraba la tarde del jueves a buscar una mesa disponible en el bingo Don Toribio. Encontró una al final del amplio salón. Tres personas más le hacían compañía. El local lucía abarrotado de gente y el bullicio era intenso.
Robles, de 43 años, ha visitado esta sala de juegos ubicada en la calle Chimborazo, en una zona de mucho movimiento, todos los jueves, desde hace siete años. Este último jueves fue el último día que lo haría. Ese día el tradicional local anunció a sus clientes, muchos de la tercera edad, que cerraría definitivamente.
“Bueno, ahora tendré que buscar qué hacer el jueves después del trabajo”, dice la mujer, atenta al canto de los números.
Don Toribio fue el último bingo considerado legal que cerró sus puertas en Guayaquil. Lo hizo a las 22:15 del jueves, dos horas antes de su horario normal de cierre, sin ningún tipo de actividad especial. Es que, para los 67 empleados de esta casa de juegos de azar, no había nada que festejar.
A las 17:00, Leonardo Fuentes, guardia del local, recibía los bolsos de los clientes, los guardaba en los casilleros ubicados en el ingreso y les advertía que cerrarían más temprano. “¡Solo hasta las 10, madrecita!”, le gritó a una señora de cabello cano que ingresaba escapando de la lluvia de afuera.
Fuentes, de 32 años, ha pasado los últimos 11 trabajando como guardia en este bingo. En todo ese tiempo se hizo de unos ahorros y montó una pequeña tienda en la vivienda que comparte con otro familiar. “Me dedicaré a la tienda hasta que encuentre algo más que hacer”, dijo.
Los empleados, vestidos con camisetas violetas, se paseaban por el local arreglando y limpiando mesas. Desde una de las esquinas observaba Efraín Carreño, uno de los empleados de mayor edad. Cumplió 12 años trabajando en este negocio. Contó que no sabe cuánto le darán de liquidación. “Aquí la mayoría tiene cinco años de trabajo. El otro día vino un asesor del Ministerio de Relaciones Laborales para saber si nos estaban pagando todos los beneficios de ley. No sé si halló algo malo”.
Carreño tiene 49 años y en el bingo trabajaba de jefe de seguridad. Por esa labor ganaba USD 340 mensuales más lo que podía hacer de horas extras.
Ahora no sabe qué hará. “Si la liquidación es buena, talvez me monte un bar, tengo experiencia en atención al cliente”, contó.
El movimiento no se detiene en el bingo. En un costado, en la oficina de la Administración, Norma Prócel revisa unos documentos.
“Estamos tranquilos, esperando la liquidación, que la van a pagar en un mes”, asegura.
Prócel dice no saber cuánto recibirán de liquidación los empleados a su cargo. “Eso ya lo maneja la empresa”, mencionó, refiriéndose a la firma propietaria de este y otros bingos en Guayaquil.