Miriam Astudillo, de 37 años, se entrena todos los días en la piscina El Batán. Cubrió distancias de hasta 7 km antes de ir al Ironam 70.3 de Manta. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
En enero tomó la decisión y desde entonces se entrena seis horas al día. El domingo 7 de julio del 2019 debutará en el Ironman 70.3 de Manta, experiencia a la que califica de hermosa, pero que podría resultar dolorosa por las seis horas de esfuerzo al límite que requerirá esa participación. “Sé que lo que desea tu corazón, tu mente y tu cuerpo lo logran”, dijo Miriam Astudillo, de 37 años.
Este viernes 5 de julio viajará con sus compañeros al puerto manabita para ser parte de una de las competencias a las que veía de lejos.
Llegó a Quito hace 20 años desde San José de Minas. Ingresó a trabajar en la piscina del sector de la Jipijapa. Durante los 18 años que prestó sus servicios miró pasar a nadadores y triatletas. Veía el esfuerzo que realizaban y los miedos que sentían, los mismos que hoy ella siente. “Sé que el entrenamiento diario me ayudará a completar este reto”.
El domingo se lanzará al mar para nadar 1,9 km. Luego tendrá que cubrir 90 km de ciclismo, entre Manta y Crucita, y retornar al puerto para completar 21 km de atletismo.
De niña practicó ciclismo de montaña en las lomas y cerros de San José de Minas. Cuando llegó a Quito, aprendió a nadar en su lugar de trabajo y trotar era una disciplina en la que no se sentía a gusto.
Pero hace tres años todo cambió. Tras conocer que unas hernias afectaban su columna vertebral, el médico le envió a nadar como terapia, así que llamó al entrenador Luis Flores, uno de sus excompañeros de trabajo, para que la acoja en su equipo.
Las sesiones de 30 minutos mejoraron su estado físico, por lo que su entrenador miró en ella talento para practicar la natación de manera competitiva. “Me parecía increíble que yo pudiese nadar en el lago San Pablo o en Cuicocha. Cuando trabajaba en la piscina, escuchaba a los nadadores su temor por nadar allí”.
En el 2017, se lanzó por primera vez a las frías aguas del San Pablo. Recuerda que cuando estaba en la mitad de la travesía, de 3 500 metros, le dio ganas de salir a llorar. “Pero primero muerta antes de rendirme” se dijo y llegó a la meta en 1 hora y 25 minutos. “Me parecía una marca vergonzosa. Mi entrenador, al contrario me motivó siempre, me dijo que podía llegar lejos con entrenamiento”.
El año pasado fue segunda en su categoría al bajar 10 minutos la marca de su debut en el lago. Como estaba en forma, fue a la travesía de Cuicocha de 4,5 km, donde logró el primer lugar en su división.
Los buenos resultados continuaron en la Atacames – Súa, que organizó Galo Yépez. Llegó segunda en su categoría al igual que en la travesía Bahía de Caráquez a San Vicente. “Esos resultados los hacía para mi hijo, Déker, quien es nadador también. Quiero ser un ejemplo para él”.
Entonces el entrenador Luis Flores le dijo que se impusiera metas más grandes y le sugirió competir en el Ironman 70.3 de Manta. Una compañera de entrenamiento en la piscina El Batán, le vendió la bicicleta con la que empezó a rodar y también se puso a trotar.
Dijo sí y desde enero madruga todos los días a las 03:00. Sale a las 03:30 de su casa para el parque La Carolina. Allí rueda de 04:00 a 06:00. Luego trota por una hora en el mismo escenario hasta las 07:30 cuando se dirige a la piscina de la Jipijapa. Se entrena de 08:00 a 10:00.
Una compañera le regaló la inscripción, que costó alrededor de USD 400 pues ella se sometió a un trasplante de corneas y no recibió la autorización de su médico.
Miriam dice que todo ha fluido para que ella vaya a Manta en las mejores condiciones. “Hasta Silvio Guerra (exatleta olímpico) nos vino a dar una sesión de motivación”.
De esa charla dijo que se queda con el mensaje de luchar por los sueños porque en la vida nada es fácil. “Nos comentó que siempre le preguntaban por qué, siendo del Carchi, no se hizo ciclista, en lugar de atleta. Él respondió que no tenía dinero para comprar una bicicleta. Así llegó a participar en tres Juegos Olímpicos”.