Siempre he hablado de la cultura (la falta de…) que nos asola y nos hace ser tan pobres, tan mínimos, tan incapaces de hacer de nuestra sociedad un elemento humano valioso, unido, sensible. Tomemos por ejemplo el manejo de vehículos. En un país saturado de autos, en donde evidentemente las vías ya no aguantan la terrible congestión. ¿Acaso hay respeto, consideración, apego a las leyes para conducir?
Menciono algunos ejemplos: Está usted haciendo respetuosamente una extensa fila para el semáforo cuando llega un vehículo que quiere pasar primero y se le tira encima, en efecto él pasa pero usted no y tiene que volver a esperar algunos minutos más. No le costaba nada hacer una seña, pedir el favor del paso (que nunca es negado). Cuando usted maneja por las noches por carreteras, por las calles, túneles, o los valles no faltan los agresores que vienen con luces intensas exponiéndolo, junto a otros conductores y transeúntes, a un accidente fatal. Nunca hay una autoridad que haga respetar.
¿Y qué decir de los parqueaderos públicos que son ocupados por los “vivos” de siempre dejando atrás a los que realmente les correspondía el puesto? ¿Qué hacer ante estos desmanes? Llenarnos de enorme paciencia y confiar en que llegaremos a nuestro destino sanos y salvos.