El gobierno consiguió formar una mayoría para designar las autoridades de la Asamblea, que durarán lo que resta del período para el que fueron elegidos gobernantes y asambleístas. Arribaron a un entendimiento en el que fue parte medular el partido político cuyo candidato perdió las elecciones ante el actual mandatario. A muchos ha sorprendido el mencionado acuerdo, pero visto desde una lógica distinta a la que nos han acostumbrado, esto es que quién pierde las elecciones se lanza a una oposición férrea, ciega y feroz, el pacto si así se lo puede llamar luce interesante. Se menciona que los puntos que permitieron llegar a un entendimiento están a la luz, que los mismos no tienen más alcance que el de tratar una agenda legislativa que busque aceitar una nueva institucionalidad, para reemplazar la nefasta herencia del gobierno anterior; y, de otro lado, aprobar leyes que le otorguen impulso a la dinámica económica. De ser así, estaríamos ante una inusual forma de hacer política que, en cierta forma, pondría los intereses del país por encima de los particulares y de grupo. Sin duda aquello le daría el oxígeno necesario para el régimen pueda arribar al fin de su período capeando un temporal adverso y con un capital político por los suelos. Pero para que funcione este acercamiento existen otras aristas indispensables que tiene que formar parte del engranaje. La primera, que los dos principales protagonistas del acuerdo por sí mismos no alcanzan a formar la mayoría necesaria que se requiere, por lo que siempre dependerán de otras fuerzas que quizás no deseen apartarse de su agenda propia. La otra, que mientras más se demoren en implementar los cambios previstos más se dificultará su concreción, toda cuenta que conforme se acercan los tiempos del relevo político, los intervinientes serán más reacios a exponerse de manera que vean afectarse sus posibilidades de alcanzar mayores espacios de poder en un nuevo período.
Pero si las cosas funcionan dentro de los parámetros acordados, quizá el gobierno no tenga inconvenientes en ponerse al día con los compromisos adquiridos para asegurar la obtención de recursos que alivien en algo su pesada carga económica. Es de suponer que si uno de los grupos integrantes de esa mayoría ha apostado por conceptos propios de una economía moderna y abierta, los cambios que se propongan estarán encaminados a reducir los gastos ineficientes de un estado anómalo y paquidérmico antes que seguir exigiendo sacrificios fiscales a los particulares, que les restan recursos que bien podrían destinarse a nuevas inversiones y al empleo.
Es una apuesta riesgosa. Pero también hay que aceptar que la misma, si la animan exclusivamente las intenciones a que atañen los dirigentes que la conforman, sería positiva para el país. Esto de ninguna manera debería entenderse en el sentido que, por configurar esa alianza, queden postergadas las acciones de fiscalización a las que están obligados los integrantes de la Asamblea. Hay que velar por la transparencia y nitidez de procedimientos. En todo caso la expectativa es creciente.