En Pacun Ichubamba, 17 familias cuidan un rebaño de 40 ovejas m4. Ellos producen 24 kilos de lana cada semestre. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
El movimiento se intensifica cada jueves en Guamote, un cantón de Chimborazo. Es día de feria y, al igual que en Colta, Alausí y Riobamba, la venta de lana de oveja es uno de los negocios con mayor acogida en los mercados locales.
En esa provincia, 387 familias de los tres cantones prueban una nueva raza de ovinos que duplicó los ingresos familiares y atrajo el interés de exportadores e hilanderías. Se trata de ovejas de la raza m4, que fueron exportadas desde Uruguay en el 2017, y que superan en calidad y tamaño a las ovejas criollas y de raza merino, que predominan en esa provincia y en toda la Sierra.
A diferencia de las ovejas criollas, que solo pueden ser esquiladas una vez al año, las ovejas de raza m4 lo toleran dos veces, y cada una produce hasta 6 kilogramos de lana por esquila. De las criollas, en cambio, solamente se obtienen hasta 4 kilos. Otra ventaja de los nuevos ovinos es la finura de las fibras: tienen más peso y un mayor número de rizos, lo que la hace apetecida en la industria textil.
El centro de acopio del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), entidad que promueve el proyecto de ovinos, es uno de los sitios más concurridos de Guamote. En ese cantón está la mayor cantidad de productores con más de 200 beneficiarios.
Ellos llegan cada jueves desde las comunidades, en camiones y camionetas, para entregar los vellones de borrego que luego se comercializan a una hilandería de Guano.
“La mayor ventaja de esta nueva raza es el precio. Antes nos pagaban hasta USD 0,10 por cada libra de lana, y hoy nos pagan USD 0,50 por libra. Ahora tenemos más dinero para comprar comida y enviar a los niños a la escuela”, dice Martín Puculpala, de la comunidad Galte Ambrosio Lasso.
En el centro de acopio del MAG en Guamote se recolectan entre 2 y 3 toneladas de lana de calidad cada mes. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO
El MAG les entregó a él y a su familia cuatro hembras y un macho. Hoy tienen un rebaño de 11 animales y se dedican a la comercialización de pie de cría, carne y vellones de lana.
Desde que los animales empezaron a reproducirse, sus ingresos mensuales subieron de USD 80 a 230, en promedio. Cada mes reciben el dinero de la venta de la lana en el centro de acopio y cada ocho meses venden crías a compradores de Chimborazo y Cotopaxi hasta por USD 200 cada una.
“Queremos ser los proveedores de crías de esta raza de todo el país. Decidimos vender los borreguitos pequeños a gobiernos parroquiales y a otras organizaciones que promueven proyectos productivos, porque queremos que otras comunidades tengan el mismo progreso que nosotros”, cuenta Puculpala.
Para María Luisa Tambo, de la comunidad Chacaza, la ventaja del proyecto es el precio fijo que obtiene por la lana. “Desde que estamos organizados no hemos vuelto a ser víctimas de los intermediarios y el precio no ha variado”.
Los productores de Guamote han comercializado 2 500 crías desde que se inició el proyecto. Además, en el 2018 el centro de acopio comercializó 30 toneladas de lana.
Las fibras de mayor calidad están en la parte interna del vellón, y se utilizan para la manufactura de hilos, y las de menor calidad se comercializan a las fábricas de alfombras.
“Hemos tenido muy buenos resultados con estos animales. Se acoplaron fácilmente a la altura y al páramo, no se registraron pérdidas de reproductores y esperamos un incremento en la producción de lana este año”, dice Diego Maldonado, técnico pecuario del MAG.
La alta calidad de las fibras también despertó el interés de compradores internacionales. Sin embargo, el volumen de producción aún es insuficiente para la exportación.
“Tuvimos un acercamiento con un comprador europeo, pero nos pedía 60 toneladas. En el momento estamos concentrados en mejorar nuestra producción para abastecer el mercado nacional”, explica Maldonado.
Para incrementar la producción y mejorar la calidad de la lana, los ganaderos reciben capacitaciones constantes de los técnicos del MAG. Ellos les enseñaron cómo esquilar adecuadamente a los animales y cómo criarlos para que alcancen su tamaño máximo.
“A pesar de que hemos criado borregos toda la vida, estamos aprendiendo mucho. Por ejemplo, antes no conocíamos cómo desparasitarlos”, dice Ángel Caranqui.
Él pertenece a la comunidad Pacun Ichubamba, donde funciona una asociación de 17 miembros. Ellos se turnan para cuidar y esquilar a las ovejas.
“Estamos convencidos de que se trata de un proyecto rentable y tenemos muchas expectativas. Ahora todo el dinero que recibimos de la venta de la lana lo reinvertimos en la comunidad. Nuestra meta es mejorar los corrales y el espacio de pastoreo, para convertirnos en los proveedores del país de crías de esta raza “, cuenta Caranqui.
En contexto
La comercialización de lana de oveja genera movimiento económico en Chimborazo. Según el MAG, unas 1 500 familias de Chimborazo dependen de la comercialización de lana y carne. La demanda nacional de lana todavía está insatisfecha.