Los periodistas asesinados por mafias en la región siguen contándose por decenas. Ecuador entró el año pasado en ese triste inventario, cuando tres miembros del equipo de este Diario fueron secuestrados el 26 de marzo en Mataje, Ecuador, por una de las bandas criminales que operan en la frontera con Colombia.
Si bien su muerte fue confirmada oficialmente el 13 de abril, es posible que las balas para cumplir la orden de alias Guacho hayan segado sus vidas el fin de semana anterior. La pregunta es qué ha cambiado realmente en la frontera desde su asesinato, el de otros dos civiles y el de cuatro militares.
Las tareas periodísticas en esa zona han disminuido considerablemente por falta de seguridad, al punto que se podría pensar que ahí no pasa nada, ni para bien ni para mal. Mientras la fuerza pública vigila, las mafias abren nuevas rutas para alcanzar costas y puertos ecuatorianos. El incidente del lunes último en la gran explanada de El Aromo, otra obra fallida del gobierno pasado, es revelador.
La avioneta, que no fue capturada, transportaba armas y dinero. Unas 20 aeronaves han sido halladas y 116 personas detenidas desde 2003. Defensa reconoce que las bandas aprovechan la difícil condición de monitoreo por falta de radares, y espera contar con ayuda estadounidense y una avión propio. Está bien cambiar la complacencia de los años anteriores, pero hay una realidad innegable.
En la reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Cartagena, a más de rendir homenaje a los periodistas de esta casa editorial, se produjeron varios debates sobre la impunidad criminal y uno, de especial interés, sobre los desafíos para América Latina frente a la amenaza terrorista.
El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, hizo notar que no solo ha aumentado el número de hectáreas de coca sembrada, sino su productividad. Las 230 000 hectáreas actuales equivalen a un millón de las de antes.
Según él, el terror, en su país, ha conseguido todos los objetivos que se propuso, lo cual le hace suponer, en función de los precedentes políticos, que va a haber terrorismo para rato.
El director de la Policía de Colombia, Óscar Atehortúa, recordó que una parte importante de la cadena son los cultivos, que no solo están minados sino blindados por la protesta social que desatan las mafias. Otra de las estrategias, dijo, es facilitar a la sociedad el consumo de drogas y volverla cómplice.
Otro de los participantes, el ex ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, afirmó que seguramente en ninguna otra parte del mundo se toleraría que un país proteja a grupos terroristas para que hagan daño al Estado y los ciudadanos de una nación vecina, lo cual según él sucede desde hace 15 años en Venezuela.
Las drogas son un negocio en auge, con muchas ramificaciones y bien apalancado en la política. ¿Quién está ganando esta guerra?