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A pocos meses de las elecciones regionales en el Ecuador, se evidencia que este proceso se ha desfigurado por dos razones: convertirse en un elemento preliminar de las elecciones presidenciales del 2021 y, luego, ratificar que el desorden político local está vinculado a un efecto de absorción que se ha desarrollado en el ejercicio del poder del Estado. Se puede llamar, “presidencialismo reforzado” “ hiper presidencialismo” o está de moda, una dictadura populista que solo requiere de la audacia de un líder, la adhesión del pueblo y la libre disposición de recursos.
En el primer caso, las circunscripciones locales o regionales se han devaluado al extremo que imitan a los ritos imperiales, donde ante el deceso del monarca, exclamaban: “muerto el rey, viva el rey”.
En el Ecuador, luego de la “década” parece que se define un proceso por la búsqueda de un sucesor parecido. Por lo tanto, en una república que inicialmente fue modelada como democrática, las alcaldías y las prefecturas simpatizan por fervor o necesidad por regímenes similares a los de Chávez, Maduro o al ex sandinista Ortega y su dama de hierro.
En el otro aspecto debe admitirse que, frente a la preeminencia del Ejecutivo en el ejercicio del poder, se ha producido una desvalorización de elementos históricos que caracterizaban a las comunidades regionales o locales. No hay que aspirar a un régimen federalista, pero los cantones y provincias, además de personalidad y autonomía, dejaron hitos de rebeldía y resistencia frente a los afanes centralistas o dictatoriales. Nunca hay que olvidar a las mujeres guayaquileñas apresadas en las calles de Guayaquil por la Junta Militar de Gobierno que pretendía arrasar con los cimientos de la actividad comercial.
Esta decadencia tiene su origen, entre otras causas, en el ocaso y extinción de los partidos políticos que por ociosidad dejaron a un lado el aporte político y cívico de las organizaciones descentralizadas. No se dieron por aludidos que el virus también les llegó y se extinguieron. Estos grandes del pasado inmediato se obnubilaron ante la comodidad de una coyuntura sin urgencia –corporaciones de estudio- y se olvidaron del horizonte político del país.
Los registros de las personas inscritas para la próxima lid electoral evidencian que no se trata de una competencia si no de una caótica estampida en la que está obligado a participar el pueblo con su voto ante la embestida de un ganado enloquecido.
En estas agobiantes circunstancias, se desconoce si alguna organización –partido o movimiento- postergando sus aspiraciones presidenciales, demande del pueblo una histórica reflexión y propongan un acuerdo entre varios- diferentes y hasta enemigos- para intentar un compromiso sobre la administración municipal que pueda motivar iniciativas similares a nivel nacional. No se pierde nada y no cuesta mucho; además, este proceso produce equipos y no líderes mesiánicos.