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Mauricio Rodas recibió un regalo de los Reyes Magos el 5 de enero de 2018. Era un baúl de tapa azul y lados rojos. Abrió con cuidado la tapa abovedada y dio un salto mortal hacia atrás bajo la vigilancia de la concejal Luisa Maldonado. Repuesto del susto, vio que entre pajas viles dormía el ingeniero Juan Neira con una escoba en la mano. Cuando Luisa se acercó al baúl, Juan despertó y en un santiamén estaba barriendo a los concejales presentes. De pronto, la escoba se transformó en un ángel que anunciaba: “-Juan Neira, nuevo gerente de la Empresa Pública Metropolitana de Aseo. Enviado del Señor para limpiar la ciudad. ¡Hosana en las alturas del Pichincha!
El cuencano Juan Neira Carrasco fue ministro de Obras Públicas del presidente Rodrigo Borja. El Congreso le llamó a juicio político. Neira se defendió y continuó de ministro. Pasaron dos años, cambió la mayoría y le volvieron a llamar por el mismo motivo del juicio anterior. Un diputado visitó en secreto a Neira y le propuso retirar la acusación por una suma de dinero. Juan Neira le puso de patitas en la calle y renunció a su ministerio. Neira fue gerente de la Empresa Pública de Agua Potable y Alcantarillado en las alcaldías de Paco Moncayo. Tendió nuevas redes de drenaje y reemplazó aquellas que eran un peligro para la ciudad, pues se encontró con que las aguas servidas de los barrios altos del Pichincha venían con tanta fuerza que destruían las tuberías, lo cual volvía porosa la ciudad antigua. De esta suerte evitó que sectores del Centro Histórico de Quito se hundieran, posibilitando -sin saberlo- la construcción del Metro. Nunca faltó agua potable.
El nuevo gerente de Aseo se encontró con un rompecabezas. Aquí, van cuatro de las numerosas piezas. Había 245 rutas a pie de vereda para atender el 60 por ciento de la recolección de la ciudad con 72 camiones de carga posterior, de los que operaban 35 en promedio. Eran 60 las rutas atendidas por contenedores para atender el 40 por ciento restante con 19 camiones de carga lateral de los cuales operaban cinco en promedio.
Entre los primeros trimestres de 2017 y 2018, la Empresa venía perdiendo flota sin piedad. Llegó a tener disponible el 50 por ciento de camiones de carga posterior y el 20 por ciento de carga lateral. En consecuencia, había acumulación de residuos en más del 60 por ciento de Quito por atrasos de recolección. Atrasos de tres a ocho días con una media de cinco. “Son tus perjúmenes, ciudad, los que nos sulibeyan”.
Los choferes y ayudantes de vehículos dañados se quedaban en los patios o regresaban a casa y cobraban su salario como si nada; más aún, si reparados los camiones, algunos de aquellos dejaban pasar el tiempo para salir más tarde a recoger y cobrar horas extras.
Hoy, hay nueva energía, nueva flota, nuevo control. Alabamos a Juan Neira, porque en tiempos de depresión se debe exaltar a quienes dan ejemplo y esperanza. Quito limpio parece Cuenca.