La adaptación teatral de ‘El libro de la selva’ llega al Teatro Sánchez Aguilar de Guayaquil, como una producción familiar de Daemon. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
El Oso Baloo, interpretado con soltura por el actor mexicano Benjamín Cortez, es un rapero buena onda que en un ensayo canta en contra del desprecio a lo diferente y que reivindica en una de sus canciones que: “no importa lo que seas, en la selva hay lugar para todos”.
Baloo acusa de xenófobos y criticones a dos ‘pajarracos’ de la obra ‘El libro de la selva’, adaptación al teatro del libro clásico de relatos de Rudyard Kipling.
‘El libro de la selva’ se presentará en su versión teatral en el Teatro Sánchez Aguilar del gran Guayaquil, del 15 al 23 de diciembre del 2018, con un programa de siete funciones. Se trata del montaje familiar de fin de año de Daemon y el centro comercial Village Plaza.
La historia se centra en Mowgli, un niño criado por los lobos en la selva, que deberá emprender un viaje hasta la aldea de humanos, una aventura en la que se enfrentará con unos animales y trabará amistad con otros, todos caracteres humanos.
“Es una versión que toca temas como la migración, la diversidad y la xenofobia, que están presentes en ciertas metáforas del texto original”, indicó Jaime Tamariz, director de la obra, que destaca también temas como la amistad, la perseverancia y el amor por la naturaleza. “Es un viaje hacia la humanidad, porque es un niño que se pregunta qué es ser humano”.
Los personajes serán representados por actores que cargarán con caras de animales encima de sus propias cabezas, en algunos casos a manera de casco o levantadas sobre sus hombros. En otros casos serán grandes marionetas.
El cuerpo del tigre, por ejemplo, será movido por tres personas, con una suerte de exoesqueleto de metal. La actriz Carolina Jaume interpretará a la serpiente Kaa, con un esmerado maquillaje corporal, pero también con 11 damas que moverán de forma zigzaguéate bajo una hilera de sombrillas con luces.
Se trata de la técnica del “doble acontecimiento” impulsada por la directora estadounidense Julie Taymor a partir del montaje ‘El rey león’ en Broadway (en base al Bunraku, teatro de marionetas japonés). Los artistas visibles para el público controlan también figuras de gran tamaño.
“El publico está consiente de la presencia del manipulador. Tiene la opción de centrar su atención de forma alternativa en uno y otro, en el manipulador y la marioneta”, explica Tamariz.
El personaje de Mowgli es interpretado por Miguel Palacios, un actor guayaquileño de 24 años, quien ha participado en montajes colectivos de danza-teatro de Zona Escena y participa en su primer gran protagónico. La producción lo escogió tras un ‘casting’ por su capacidad para combinar canto, actuación y acrobacia, pues simula a un lobo en el escenario. En los ensayos dota de frescura, empatía e ingenuidad a Mowgli.
“Me gusta mucho el trabajo corporal, una de las cosas más interesantes de este personaje es el dinamismo. Y me ha servido mucho el trabajo con la danza”, dijo Palacios, quien estudia teatro en la Universidad de las Artes (UArtes). “Mowgli es un gran optimista. Y la obra es un gran canto a la diversidad”, dice.
La pieza cuenta con música original de Juan José Ripalda. Actúan también los comediantes Francisco Pinoargotti, como el orangután Rey Louie; y Claudia Campusano como la hiena Taqui.
Mowgli se relaciona más profundamente con el Oso Baloo, encarnado por Benjamín Cortez; y con la Pantera Bagheera, que interpreta Noralma Reeves.
“Oso y pantera son una dupla de polos opuestos, que forman un vínculo de amistad y cariño con el niño, como Bagheera he luchado para no parecer tan maternal”, indicó Reeves. “Baloo habla de balance y tolerancia, integra con su ‘trip’ a los animales de la selva y pregona que ‘el respeto al otro es la paz’”, contó por su parte Cortez.