Los insultos eran tremendos. Sin timidez, con total agresividad, las gargantas se desgañitaban. Fuera de la audiencia los simpatizantes de Correa coreaban ofensas contra Felipe Rodríguez. Y, con el avance del proceso, mi admiración se reafirmó. ¡Impresionante valentía!
Ineludible reconocerlo; luego se podrán hacer mil análisis jurídicos, ponderaciones históricas… el coraje igual quedó demostrado. Rodríguez, Balda, la jueza Camacho, me han dejado con la cabeza estupefacta. Rafael Correa y todo su poder, Ecuador y su descalabro institucional, nuestro mega deficiente sistema de derecho, y –a pesar de ello– el autoritario es llamado a juicio por secuestro.
No tengo palabras, solo onomatopeyas. Aun así, un sonoro “¡Wow!” me queda corto.
Pero, aunque lo saboreo con deleite, siento un amargor. La etapa de juicio ha sido suspendida, la legislación no permite un juicio en ausencia. Si nos apegamos estrictamente al principio de culpabilidad (“se es inocente hasta que no se pruebe lo contrario”) que reclama que el juicio llegue hasta su culminación para que la responsabilidad penal sea inequívoca, Correa todavía no carga oficialmente el cartel de criminal. Prófugo de la justicia, eso sí. Hay medidas cautelares, de prisión preventiva, que no se han podido cumplir porque el presunto delincuente huye. Quedamos ante un panorama triple.
Primero, que Correa confíe en su inocencia, se entregue y se resuma el juicio. Más probable es que descubramos el tesoro de Atahualpa.
Segundo, que la Interpol – que ya ha sido solicitada –proceda a su captura y se logre la extradición. Pero su célebre abogado belga, Christophe Marchand, hace todo lo posible por impedirlo. Visto lo eficaz que este hombre ha sido para proteger de la justicia española al separatista catalán Puidgemont, no sorprendería que lo logre con Correa.
El tercer escenario –y tal vez el más probable – es que el totalitario se quede durante largos años en el extranjero. Sufriremos como gatos que ven canarios a lo lejos, pensando en cómo nuestros peces gordos siempre se nos van. Sintiendo que una vez más la justicia fue vulnerada y el país abofeteado. Avergonzándonos de sus apariciones mediáticas, rimbombantes. Como restregándonos en la cara su impunidad. Igual, igualito a Bucaram.
Luego, prescribirá la acción y un populista aliado ganará. Vendrá en avión privado, un show se organizará en el aeropuerto. Volverán a escucharse sus gritos en la radio. Y, finalmente, será invitado a Carondelet. Los ciudadanos lo veremos con el patriotismo por los suelos, idéntico a lo ocurrido hace pocos días.
Solo una cosa puede frenar este depresivo futuro. Que la sociedad ecuatoriana cambie y no se deje pisotear. No es imposible, no si nos fijamos en la valentía de quienes promovieron el proceso.