En el escenario político del Ecuador es evidente que el maligno concibió los distritos electorales. Lo hizo con tanto arte y malicia que logró que la dirigencia de la alelada clase política no caiga en cuenta que se trataba de un artificio para agregarse al método de distribución de escaños D Hondt ; de ese modo, asegurarse -vía urnas- el control del poder político. El resultado fue perfecto en el 2013, pues el oficialismo alcanzó 100 escaños en la Asamblea.
El proceso que desarrolló el ingenioso proyecto se compuso de tres elementos: a.- la segregación de provincias escogidas por su densidad demográfica; b.- restringir la libertad de elección de los ciudadanos de esas provincias y c.- desvincular, luego de las elecciones, a los elegidos de los electores de la circunscripción distrital respectiva.
En el primer caso el método fue simple y artesanal. Había que dividir la votación en las provincias de mayor densidad y donde las listas gubernamentales eran incapaces de conquistar el terreno frente a históricos baluartes populistas. Algún avispado, que nunca falta, se acordó de Maquiavelo y recomendó: divide y vencerás. Guayas, Pichicha y Manabí fueron retaceadas y el objetivo cumplido. Las demás no importaban por ser pequeñas o medianas, sin peso gravitante.
Al examinar el segundo elemento se comprueba que se viola el principio constitucional de la igualdad del voto establecido en el art. 116. Por ejemplo, los electores de Guayas no pueden votar por todos los legisladores o concejales de su provincia o cantón, solo por el retazo del distrito como sucede con los ciudadanos que no pueden hacerlo por 17, solo por 5 legisladores. Los de Azuay, El Oro y otras provincias lo hacen por toda la lista.
El tercer elemento se fundamenta en un principio antidemocrático como es la designación de candidatos desde arriba y no desde el distrito. Ellos votan y nada más, pues las listas son importadas. No hay asambleas o comités distritales que permitan escoger al tendero de la esquina o a la comadrona que es una maternidad ambulante. A ellos no les compete, pues “la directiva” o el comité del “cacique” elegirán a la reina de belleza o al guardameta que hizo historia con el equipo campeón. Así, en los anales del cinismo o, en el haber de los ideólogos de izquierda, puede anotarse un gran triunfo de la democracia participativa sobre la representativa.
Sin embargo, apostando a la buena suerte de la República ojalá se designe a una Corte Constitucional sin vínculos con Bruselas, la presidencia de la Asamblea de la ONU o el compatriota asilado en Londres. Que los nuevos magistrados sepan interpretar literalmente el artículo 116 de la Constitución, eliminen los distritos electorales y restablezcan la igualdad del voto en todas las provincias del Ecuador; caso contrario, habrá que dar crédito a los vecinos de Montecristi que sostienen que aún se perciben vapores con un fuerte contenido de azufre.
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