Resulta alarmante conocer no solo la violencia y abuso sexual contra niñas, niños, adolescentes y mujeres sino la impotencia frente a las desapariciones y robos que se escuchan, no todos se denuncian, en medio de problemas estructurales de la sociedad y de la familia. El tema no solo pasa por los altos niveles de indefensión e inseguridad sino las fallas no solo en prevención sino fundamentalmente en educación. Se cree que enseñando materias específicas y tradicionales se cumple la tarea cuando más importante es la educación para la vida, la defensa y la seguridad personal, seguridad alimentaria, seguridad vial y en todos los campos.
El problema es mucho más grave de lo que uno puede imaginarse cuando se ve sufrir a las familias por los graves efectos de los abusos sexuales, que nunca se borrarán de la mente de los afectados. Queda un daño para el resto de la vida, si es que vuelve a casa y si no desapareció definitivamente. Se ha denunciado la pérdida de más dos mil personas y las estadísticas oficiales son incompletas, contradictorias y desactualizadas. Expertos señalan que ni la terapia hará desaparecer el daño sicológico.
La violencia en las aulas no ha desaparecido. Según otro informe ilustrativo del Observatorio Social del Ecuador, con la ayuda de varias organizaciones nacionales e internacionales, titulado Niñez y adolescencia desde la intergeneracionalidad Ecuador 2016, en el área rural los profesores dan más golpes que en el área urbana e insultan y humillan a los menores. ¿Qué se está formando? El 38 % de niñas, niños y adolescentes dialoga con sus docentes en la ciudad y en el campo esa cifra baja al 33 %. Conclusión: la mayoría no lo hace, lo cual es grave. No puede entenderse una relación si ni siquiera se escucha a los pequeños. Igual en casa. El argumento: falta tiempo.
A este drama se suman las dificultades para analizar a fondo y en forma objetiva, con estadísticas de por medio, el problema de las desapariciones. Hacen falta cifras concretas y actualizadas. Las instituciones públicas no han contado con informes unificados. Ha sido una práctica: cada cual de su información. Esta realidad impide la elaboración de planes específicos sobre bases ciertas para enfrentar el problema y además lo invisibiliza.
Gran parte de niñas, niños y adolescentes es traficado y se destina al comercio sexual, a la trata de personas, según informes de organismos internacionales. Otros desaparecieron en medio del drama de sus padres, que nunca más volvieron a verles y viven una zozobra permanente. Esperan la acción de un Estado indolente, que no atina a dar respuestas concretas. Este drama debe terminar pero se necesita una sociedad más activa, una familia más preocupada y unida que levante permanentemente su voz y diga basta a la violencia y los abusos.