El ajuste fiscal es tímido. El gasto de los primeros ocho meses del año es sólo 4% menor que en los mismos meses del 2017. Y las reducciones han sido donde es fácil reducir el gasto. Pero ahora viene lo difícil, tanto por los meses que se avecinan como por el tipo de gasto que hay que cortar.
Según la más reciente información del Observatorio de Política Fiscal, el gasto público de enero a agosto 2018 fue USD 600 millones menor que en el mismo período del año anterior. Esa caída equivale al 4% ya mencionado. Y los recortes se dieron, casi exclusivamente, en obras públicas.
La caída en el gasto de obras públicas fue de casi USD 1 500 millones, una reducción tan importante, que deja poco espacio para reducciones adicionales. Pero si el gasto en obras se redujo en 1 500, pero el gasto total sólo cayó en 600, eso significa que otros componentes del gasto crecieron.
El componente que más creció fue los intereses de la deuda publica. El pago de intereses en lo que va del 2018 superó en casi USD 400 millones el del 2017. Esa es la herencia del anterior gobierno que, en su desesperación por gastar estuvo dispuesto a endeudarse sin importarle las altas tasas de interés.
El segundo componente que más creció fue las remuneraciones de los empleados públicos, que recibieron USD 200 millones más en el 2018 que en el 2017.
Y así es como una fuerte reducción del gasto en obras fue parcialmente anulado por un aumento en otros ítems y el total sólo se redujo en USD 600 millones.
Y hoy, cuando está arrancando el último cuatrimestre del año, las cosas se ponen, como siempre, más complicadas, porque la época más fácil para las finanzas públicas son los primeros meses del año, mientras que los últimos meses son la época complicada.
Entre enero y abril, el gobierno la tiene más fácil porque casi no hay sobresueldos, no hay importantes vencimientos de intereses y hay muy buenas recaudaciones tributarias. Pero entre septiembre y diciembre hay todo el decimotercero del sector público, fuertes pagos de deuda y pocos ingresos tributarios. Vienen los meses complejos del año.
Y también vienen los ajustes de gasto más complejos. Reducir lo que es obra pública es relativamente fácil (políticamente hablando), más aún si el gasto en remuneraciones sube. Pero ahora, las reducciones tendrán que ser en personal y eso es (políticamente) mucho más difícil.
Si no queremos que el gobierno se quede sin dinero “de golpe” y tenga que hacer recortes al apuro porque no tiene liquidez, pues entonces tiene que perder la timidez y hacer un ajuste bastante más osado, un ajuste que le permita transmitirnos la tranquilidad de que “la chequera va a alcanzar” y que no hay que preocuparse de una atrasos en los pagos.