El principal problema de la gente es que aproximadamente solo 5 de cada 10 ecuatorianos en aptitud de trabajar tienen empleo formal. Entonces la prioridad absoluta de un presidente con visión de estadista es crear las condiciones permanentes para que el sector privado aumente las plazas de trabajo adecuado y remunerativo en éste y en los próximos 10 años, a fin de aliviar el sufrimiento que afecta a la mitad de los trabajadores, en su mayoría jóvenes, que se debaten en la informalidad y luchan por encontrar estrategias de sobrevivencia.
Bien hace el nuevo ministro de Finanzas al incluir en su agenda de trabajo: “generar condiciones para que la economía crezca, crear empleos y mejorar la productividad”. Esas condiciones son el aumento auténtico de la actividad productiva nacional con nuevas inversiones nacionales y extranjeras, sobre la base de una política creíble que implique confianza en las decisiones unívocas del Presidente con el ministro de Finanzas, quien ha ofrecido poner en práctica la obligación ética de abandonar la promoción de intereses particulares para servir a los del bien común.
Para que vengan inversiones empleadoras es necesario mejorar el contexto macroeconómico bajando el déficit fiscal a fin de disminuir las necesidades de endeudamiento, mediante un programa severo de austeridad que prevea un sistema de traslación de empleados del estado al sector privado que decida crecer. (En 2018 se está gastando más en salarios que en los años precedentes. En 4 meses se ha gastado USD 2.911 millones, un record populista que va en sentido contrario a lo deseable).
A tal efecto, cabe eliminar los despilfarros que persisten en los gastos públicos, por ejemplo en los de publicidad innecesaria de funcionarios que quieren figuración política, lo que- como dice Jorge Zepeda- “ha devenido en una perniciosa costumbre que convierte el patrimonio público en un botín personal”.
Crear buenos empleos para mejorar las condiciones de vida es tener sentido de lo importante y solo se puede hacer si priorizamos la producción de bienes transables y principalmente exportables, con una mayor productividad basada no en los bajos salarios sino en un trabajo de mejor calidad, al que convenientemente nos obligan los mercados externos. Esto es posible si también fortalecemos el tamaño de las empresas, pues solo las grandes son capaces de mejorar tecnológicamente la productividad como han demostrado en el Ecuador el sector camaronero y la asociatividad puesta en práctica por productores bananeros para ganar competitividad en sus exportaciones.
Ya tenemos el mercado de la Unión Europea abierto a la producción ecuatoriana y estamos dormidos, haciendo muy poco para aprovechar el alto poder adquisitivo de 500 millones de consumidores. Aquí hace falta un Plan nacional para vender más cantidad pero también más calidad en productos nuevos.
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