Los días de violencia que se vive en Esmeraldas van calando en la conciencia nacional. Contamos las dolorosas cuatro muertes de marinos, varios heridos y el secuestro del equipo periodístico de EL COMERCIO.
Para muchos puede parecer una sorpresa, una novedad. Para muchos quizá, menos para los pobladores de las zonas donde lo cotidiano es el temor, la zozobra , o, mejor, el silencio. Mirar para otro lado y seguir.
Hace una década en una entrevista radial el entonces comandante de la Policía admitía que en la guarnición de San Lorenzo los uniformados echaban cerrojo para estar seguros: afuera, en la calle, la ley del revólver, como en el viejo Oeste.
La revista Vanguardia había publicado con un reportaje extenso algunas de las críticas situaciones que se vivían en a poblados de la provincia de Esmeraldas donde imperaba el crimen organizado, los ‘prestadiarios’ y las bandas de narcotráfico. Ayer circuló en redes otra portada de la misma revista. ‘Ecuador pierde el norte’, el título del reportaje, ‘la narcoguerra que el país desconoce’, su epígrafe. La fecha: marzo del 2009.
Que buena parte de la opinión pública apenas en este enero se haya enterado de la trama peligrosa urdida desde hace años no significa que no haya sido un problema que lo hemos visto crecer con cierta indolencia.
Leslie Alexander, embajador de Estados Unidos en Ecuador a fines de los 90 del siglo pasado, dijo a un grupo de periodistas que más temprano que tarde Ecuador y Perú llegarían a un acuerdo de Paz, entonces advirtió, deberíamos mirar al norte. En efecto, pocos años después el Plan Colombia, la teoría del yunque y el martillo y la paulatina penetración de guerrilleros, narcotraficantes y el crimen organizado en nuestro país fueron ganando terreno.
El bombardeo de Angostura propiciado por el gobierno de Álvaro Uribe y su ministro de Defensa Juan Manuel Santos, la muerte de alias ‘Raúl Reyes’, uno de los cabecillas de las FARC y el hallazgo de decenas de sus campamentos en nuestro territorio, como lo ilustró entonces Diario EL COMERCIO con una decidora infografía, mostraban hace 10 años esta realidad.
La penetración de la actividad criminal usa puertos y pistas clandestinas, sumergibles y botes; emplea bodegas, transportes publicos y se han detectado bienes millonarios y centenas de autos de lujo.
Por eso lo de Esmeraldas no es novedad, aunque pueda parecer sorpresa. Por eso el equipo de periodistas de este Diario estaba allí, para ejercer el derecho a informar con detalle y libertad sobre un asunto que es de interés nacional sobre el cual la opinión pública debe recibir información oportuna. Las explosiones, destrucción y muerte regada estos días por grupos irregulares disidentes de las FARC descubre la vulnerabilidad de la zona tomada por varios grupos violentos. Los periodistas que fueron a contar la noticia hoy son víctimas. Si el país no asume el tema con entereza la historia no terminará con la esperada y urgente liberación de nuestros compañeros…