Pocas veces en la historia reciente del país se habían visto unas elecciones con resultados tan llenos de sorpresas. No de otra manera puede hacerse el balance tras los comicios del domingo, cuando algo más de 13 millones de colombianos acudieron a las urnas con el fin de escoger al próximo Presidente de la República en la que fue una jornada pacífica, cuyo cierre podría calificarse de perfecto gracias a la rapidez con la cual la Registraduría hizo públicos los escrutinios.
Como es bien conocido, el candidato del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, se impuso en la contienda al recibir el 29,3% de los votos. El segundo lugar le correspondió al aspirante por la Unidad Nacional, el mandatario Juan Manuel Santos, quien obtuvo el 25,7% de los sufragios válidos a pesar de contar con la ventaja de ocupar la Primera Magistratura. Ambos dirigentes se enfrentarán en la segunda vuelta, cuyo desenlace no es claro en absoluto.
Dicho de otra forma, es imposible hablar de un favorito, cuando ninguno de los postulantes en contienda recibió más del 30% de las preferencias. De tal manera, quien desee ocupar la Casa de Nariño a partir del próximo 7 de agosto se verá obligado a multiplicar el número de sus partidarios para declararse ganador, lo que implica sumar millones de adeptos.
El resultado depende de la actitud de aquellos que optaron por los nombres de Marta Lucía Ramírez, Clara López y Enrique Peñalosa, cuyo desempeño fue notable. En un país en el que se habla tanto del poder de las maquinarias, llama la atención que tres personas que lo recorrieron de punta a punta, con recursos escasos y sin mayores armas que las de sus ideas, hayan podido conquistar el 45% de los votantes.
Por tal motivo, hay que rescatar los mensajes constructivos que cada uno impulsó en forma gallarda, dejando en evidencia que la suya era una contienda de ideas y no la guerra sucia que lamentablemente se hizo presente a lo largo de los últimos días. Fue la degradación del debate la que tuvo que ver con la elevada tasa de abstencionismo –del 60%– y los importantes registros del voto en blanco.
Debido a ello, en estas tres semanas lo que cabe es que los dos candidatos finalistas entiendan el mensaje y conviertan este período que ahora comienza en una verdadera confrontación de ideas, que incluya tantos debates como sea posible, en un marco de respeto al adversario. El mensaje que aspiran a recibir los ciudadanos es uno de esperanza que tenga los pies puestos en la realidad, no las promesas vacías que acaban sumándose a la lista de incumplimientos que tanto daño le han hecho a la credibilidad de más de un líder.
Colombia, a quién le cabe duda, ha concretado innegables avances en los últimos años. Hay que expresar, entonces, el deseo de que lo que venga en esta última recta sean planteamientos para conquistar con razones de fondo al electorado y a los líderes independientes. Quien así lo logre saldrá victorioso el 15 de junio.