En la escuela de la reflexión humana del cosmopolita equinoccial se asienta la incertidumbre al avecinarse una nueva fiesta democrática.
Hay siete barajas, que como otras, tienen dos caras y sus respuestas quizás son más complejas que las opciones ahí plasmadas. Pero, la verdadera pregunta yace en la incertidumbre popular, pero no en una vacilación constitucional, política o legal, sino del mañana; sí, del cumplimiento de la promesa que endulza el oído del electorado con días mejores.
La cuestión real ronda en el halo de la promesa de una vida en paz y sin carestías que brinde a la descendencia todo aquello que el padre de familia no pudo gozar y desea con profunda avidez para sus pequeñuelos. Ese recuerdo de penuria que remuerde todos los días a la mujer u hombre que, en el más canicular sol, o en la más fuerte granizada, solo le aletea una idea convertida en esperanza en su siquis: Mañana quizás será un día mejor, pero, ¿quién sabe? …