Las medidas económicas, ante la recesión de los años veinte, como devaluación monetaria, inflación, alza del costo de la vida, congelación de salarios fueron las causas para que los trabajadores salieran sin armas y se tomaran el control de la ciudad.
La noche del 14 de noviembre de 1922, el presidente liberal José Luis Tamayo mediante un telegrama ordenó al jefe de zona: “Señor general (Enrique) Barriga espero que mañana a las seis de la tarde me informe que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”. El 15 de noviembre todo fue sangre y muerte. Intervinieron la Policía, el Regimiento de Artillería Sucre N°2, Escuadrón de Caballería N°3 Cazadores de Los Ríos, Batallón de Zapadores N°2 Montúfar, Batallón Marañón y Batallón Vencedores N°1. Fueron asesinados aproximadamente dos mil trabajadores (algunos con sus mujeres y niños), cifra que se considera la más grande de la historia, pues Guayaquil tenía entonces entre sesenta y setenta mil habitantes. Según el obrero José Guzmán, participante en la huelga, el general Barriga asumió toda la responsabilidad.
El colmo de la audacia fue que el 18 de noviembre de 1922 se inició un proceso penal en contra el pueblo guayaquileño para establecer sus responsabilidades en los hechos. Los obreros no se amilanaron, se organizaron y siguieron luchando por sus derechos laborales hasta conseguir en 1938 la promulgación del Código del Trabajo.