La Espae Graduate School of Management (Espol) acaba de presentar los resultados del Global Entrepreneur Monitor (GEM), del 2013. Este reporte mundial analiza cómo se encuentra la actividad emprendedora en cada país y, para el caso del Ecuador, los resultados muestran que es la nación “más emprendedora de América Latina”. Pero ese galardón es preocupante, en la medida que se trata de iniciativas de negocios que se han desarrollado por necesidad; es decir, por la falta de otras opciones de ingresos.
El año pasado, Ecuador obtuvo un Índice de Actividad Emprendedora Temprana (TEA) de 36%, un porcentaje que refleja un crecimiento sostenido en los últimos años: en el 2012 fue del 26,6%; dos años atrás, de 21,3%, y en el 2009, alcanzó el 15,8%.
¿Cómo revertir esa tendencia? Obviamente, eso se logrará cuando haya una articulación responsable de esfuerzos entre el sector público, el privado y la Academia; pero mientras las universidades estén preocupadas por responder administrativamente a los cambios constantes en las normativas de contratación de sus equipos docentes o las empresas estén más preocupadas del nuevo Código Laboral o a los cambios en las reglas de juego del etiquetado, la idea de fortalecer al emprendimiento por oportunidad o por generación de valor agregado, pierde fuerza.
De todas maneras existen iniciativas que no pierden el optimismo de colocar al Ecuador como un destino atractivo para emprender. Una de ellas es la que se presentó la semana anterior en la Asamblea Nacional y es promovida por la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI).
Lo importante es que esta propuesta se mantenga por el andarivel técnico, que conlleve a la aprobación de una ley de fomento para los emprendedores. Aunque siempre habrá el riesgo de que los intereses políticos provoquen tropiezos en el camino.
Por lo que se espera el desarrollo de un debate ponderado, técnico, de altura, que enriquezca esta propuesta.