Los datos macroeconómicos de las economías avanzadas del mundo pueden ser desconcertantes cuando se los ve de manera aislada. Pero cuando se los analiza en su conjunto, revelan una verdad inquietante: si no se cambia la manera en que se genera y se distribuye la riqueza, las convulsiones que han arrasado al mundo en los últimos años no harán más que agravarse.
Por ejemplo, los salarios y el desempleo. En Estados Unidos y muchos países europeos, los salarios promedio se han estancado, a pesar de que la mayoría de las economías se han recuperado de la crisis financiera de 2008 en términos de PIB y crecimiento del empleo. Las alzas del empleo no han conducido a una desaceleración o reversión de la caída del porcentaje del ingreso nacional total que corresponde a los salarios. Por el contrario, la mayor parte de la riqueza creada desde la crisis de 2008 ha ido a manos de los ricos. Esto podría explicar los bajos niveles de consumo de la mayoría de las economías avanzadas. Una política monetaria extremadamente laxa no produce un repunte de la inflación.
El empleo también parece estar comportándose de maneras anómalas. La creación de empleo, donde la hubo, ha seguido un camino diferente de lo que sugiere la historia. La mayor parte del crecimiento del empleo se ha producido en ocupaciones que requieren altas cualificaciones o bajas cualificaciones, cavando un pozo en el medio. Mucha gente que alguna vez conformaba la clase media occidental hoy forma parte de las clases media baja y baja, y lleva una vida más precaria que nunca desde el punto de vista económico.
El crecimiento de la productividad también se ha polarizado. Según la OCDE, en la última década, la productividad de las “empresas frontera” -definidas como el 5% de empresas que lideran el crecimiento de la productividad- creció en más de un tercio, mientras que el resto del sector privado casi no experimentó ningún alza de la productividad. Un número más reducido de empresas han conseguido mayores incrementos de la eficiencia, pero prácticamente esos beneficios no se han propagado en la economía más amplia.
No es claro por qué se están produciendo estas tendencias, aunque parte de la razón es el impacto de las nuevas tecnologías y los efectos de red relacionados.
A nivel macro, la productividad agregada de Estados Unidos ha aumentado en más del 250% desde principios de los años 1970, mientras que los salarios por hora se han mantenido sin cambios. Esto significa que el crecimiento de la productividad no sólo ha estado circunscripto a un conjunto limitado de empresas sino que la productividad y el ingreso laboral del mercado se han desacoplado. La consecuencia fundamental de esto es que los salarios ya no desempeñan el papel redistributivo crucial que han tenido durante décadas.