No quiero pensar que los ecuatorianos somos personas indiferentes o apáticas ante los problemas. Tampoco quiero decir que la mayoría de habitantes de este país seamos quemeimportistas. Ante tantos hechos que generan vergüenza e indignación me he puesto a pensar que la sociedad ecuatoriana está reaccionando, pero hace falta que se involucre y se comprometa más.
Los escándalos saltan cada semana y parece que a pocos les importa de verdad. El país va mucho más allá de cada metro cuadrado que ocupamos. Vivimos en un país en el que el vicepresidente de la República está preso, un ex contralor se halla prófugo, un ex fiscal está bajo investigación y en el que existe una lista funcionarios que despiertan dudas por sus actuaciones.
Vemos que los abusos sexuales a menores se incrementan en los centros educativos, en medio del dolor infinito y una rabia incontenible de los padres de familia. Profesores acosadores y niños y jóvenes ultrajados son parte de esta dolorosa realidad que tiene que enfrentar el Ecuador
Nos enteramos que existen entidades estatales que despilfarran recursos sin ninguna vergüenza (solo en el 2016 las empresas públicas no financieras tuvieron pérdidas por USD 1 575 millones) y que 640 obras como carreteras, hospitales, escuelas y otras presentan fallas legales, técnicas y financieras.
Las nuevas generaciones miran cómo la corrupción se propaga y se enquista en la sociedad. Los corruptos están en escuelas, en entidades públicas, en empresas privadas y otras instancias. Todo lo anterior parece algo normal, pero no, no lo es.
Ante esta realidad los ecuatorianos estamos obligados a actuar y evitar que el quemeimportismo nos gane. Es hora de que el ecuatoriano, como individuo, reaccione y actúe. No es un asunto del Estado, ni de las autoridades; es un tema en el que las respuestas y las soluciones tienen que salir de cada ecuatoriano. Es la hora de demostrar que somos una sociedad con valores.